Mientras las ruedas del progreso digital giran a la velocidad de la luz, en la Región Leonesa las vías del tren se oxidan al ritmo indolente de una clase política que ha encontrado en el abandono ferroviario su más fiel reflejo. No es una metáfora poética, sino una cruel realidad que se arrastra desde hace décadas, dejando un rastro de oportunidades perdidas, pueblos aislados y una indignación que ya no sabe a resignación, sino a rabia.
En diciembre de 2024 se cumplieron, o mejor dicho, se lamentaron, los 40 años desde que la Vía de la Plata, esa arteria vital que conectaba Plasencia con Astorga, fue amputada sin miramientos. Cuatro décadas de silencio sobre unas traviesas que deberían haber sido el espinazo de un corredor fundamental para el oeste peninsular. Cuarenta años de promesas vacías, de estudios olvidados en cajones y de esa característica dejadez política que disfraza la desidia con complejos informes de inviabilidad. ¿Inviabilidad o simplemente falta de voluntad y visión estratégica eclipsada por intereses clientelistas y políticos?
Y cuando uno pensaba que el fondo había sido tocado, la actualidad, siempre tan dada a regalar nuevas dosis de cinismo, nos obsequia con el último capítulo de esta crónica de una muerte anunciada. Renfe, con la bendición implícita de un Gobierno que parece más preocupado por contentar a feudos electorales que por la cohesión territorial, ha decidido amputar, a partir del 9 de junio, los dos primeros trenes de la mañana desde la flamante, aunque cada vez más fantasma, estación de Sanabria Alta Velocidad con destino a Zamora y Madrid. Como colofón, un tercer recorte en el trayecto de vuelta desde la capital.

La excusa oficial, ya gastada hasta la transparencia, ha sido la de la “no rentabilidad” de esos trayectos. Una afirmación que, más que una justificación, suena a condena. La cruda realidad es que esta decisión tiene un nombre y un apellido: Abel Caballero, alcalde de Vigo y peso pesado del PSOE. Su petición, un mero susurro en el despacho adecuado, se ha materializado en un tijeretazo que desangra aún más la ya anémica conectividad de la España Vaciada. Mientras la línea de alta velocidad hacia Galicia es blindada y mimada, los pueblos de la raya leonesa, a quienes se les vendió el AVE como una panacea, son tratados como meras estaciones de paso, prescindibles, insignificantes. Dicho de otro modo, si un alcalde del PSOE pide a los suyos que su tren llegue antes, se hace lo impensable para complacerle. ¿A quién le importan unos cuantos zamoranos cuando un amiguete me pide un favor así? ¿Cómo voy a decirle que no?
Y aquí es donde el cinismo alcanza cotas estratosféricas. Con el Gobierno central en manos del PSOE y la Junta de Castilla y León bajo el yugo del PP, lo que debería ser una oportunidad para la colaboración institucional en pro de los ciudadanos se convierte en un campo de batalla donde los intereses de partido y el amiguismo prevalecen sobre cualquier atisbo de bien común. No se mira por el pueblo, sino por el rédito político, por el favor devuelto, por la puñalada al adversario.
La Región Leonesa, con su riqueza histórica y su potencial turístico, se desangra lentamente, no por falta de recursos naturales o humanos, sino por la miopía y el egoísmo de una clase política que ha condenado sus comunicaciones ferroviarias a ser un mero vestigio del pasado. El tren, símbolo de progreso y conexión, se ha convertido aquí en un monumento a la desidia y al abandono, un epitafio silencioso a la España que se vacía, no por elección, sino por imposición. Y mientras tanto, los políticos, impasibles, observan cómo el hierro se oxida, ajenos al clamor de quienes solo piden algo tan básico como poder ir y venir. La próxima vez que escuchen hablar de “cohesión territorial”, recuerden el eco hueco de las vías abandonadas en la Región Leonesa
Basta ya: Si el AVE no para, ¡no pasa!
Se nos ha prometido la modernidad y se nos ha entregado el olvido. Se nos ha exigido paciencia mientras nuestra vida se escapa por el sumidero de la pobreza y abandono. Pero la paciencia tiene un límite, y el de los ciudadanos de la Región Leonesa ha sido ampliamente superado. Las palabras no bastan, las peticiones caen en saco roto y las promesas se las lleva el viento de la desvergüenza política.
Es hora de pasar de la indignación a la acción. Si la “no rentabilidad” es la excusa para negarnos servicios esenciales, que entiendan que la inacción tiene un coste mucho mayor: el de la dignidad y el futuro de una tierra. Que no se hagan ilusiones quienes creen que pueden seguir recortando y abandonando impunemente.
La desobediencia civil es el último recurso cuando la razón ha sido silenciada y el diálogo despreciado. Que quede claro: si los trenes que necesitamos no paran en nuestras estaciones, si las vías que nos pertenecen siguen muertas, entonces los trenes que solo benefician a otros tampoco pasarán. El clamor de la España Vaciada ya no se quedará en las plazas. Se trasladará a las vías. Porque si el AVE no para, ¡no pasa! El futuro de nuestros pueblos no es negociable, y menos aún con quienes solo miran por sus intereses. Es tiempo de hacer valer nuestra voz, y que sepan que nuestra determinación es tan férrea como el acero de esas vías que se niegan a reactivar.