Cuatro años más tarde de que García I crease el Reino de León, muere repentinamente en la ciudad de Zamora dejando el trono en el aire pues no tiene descendientes.
El momento lo aprovecha otro monarca astur, Ordoño II de Galicia, que se traslada a León donde fue aclamado como rey, lo que supuso que Galicia y León compartieran el mismo monarca. Ordoño trasladó la capital del Reino Astur (Asturorum Regnum) desde Oviedo a León, ampliando con ello las fronteras del Reino leonés, que acabó aglutinando lo que quedaba de Reino Astur.
Más tarde, Bermudo II de León terminaría por unir Galicia y León bajo una misma corona.
Aquí ya se podría hablar de Corona leonesa.
En las Cortes de Benavente de 1202 se dijo que la Corona de León estaba compuesta por cuatro entidades territoriales: León, Galicia, Reino Astur y Extremadura.
En 1135, Alfonso VII de León fue coronado emperador de León contando con vasallos tan poderosos como los reyes de Aragón, Portugal y Navarra, además del condado de Barcelona y varios monarcas musulmanes.
Este título fue adoptado desde el siglo X por los monarcas leoneses, como expresión de una idea hispánica unitaria, que implicaba la supremacía política de León frente a los demás reinos peninsulares que se estaban formando. Los reyes leoneses aspiraron a restaurar el estado hispano-godo como herederos directos del último monarca visigodo Don Rodrigo.
En el Reino Astur del siglo IX, tuvo muy buena acogida la idea imperial, especialmente bajo el reinado de Alfonso III, (llamado magnus imperator o imperator noster)
Muchos otros reyes leoneses adoptaron el título de Emperador, como por ejemplo Ordoño II (imperator legionense), Ramiro II (magnus basileus), Ramiro III, Alfonso V, Bermudo III…
Fernando I fue llamado rex imperator, y Alfonso VI de León llegó a titularse Imperator totius Hispaniae, sin olvidar a Urraca I de León, la primera reina y emperatriz que hubo en Europa.