Preparando la Era
Llega el 15 de mayo, y se abre la era para que los animales vayan aprovechando la hierba y faciliten la labor de los vecinos. Salíamos de la escuela y daba gusto ver esa era llena de vacas, burros y mulas, no cabía una más.
15 días más tarde, coincidiendo con la tarde del domingo, se reunían los vecinos para hacer los quiñones y sortear. Casi todos los vecinos, a pesar de que tuvieran sus prados, aprovechaban su parte de la era para andar más desahogado en las tareas de la trilla.
A primeros de junio ya calienta el sol, y poco a poco las cebadas van cambiando de color. La siega se empieza por la cebada, luego el centeno y por último el trigo.
Los vecinos se ponen a la tarea, incluso aquellas mujeres que han dado a luz recientemente.
El día anterior a iniciarse la siega, hay que meter el encaño en el agua, para que ablande la paja y poder hacer las ataderas para los haces.
La Siega y la Familia
La temporada de siega implica muchos días de madrugar, sobre todo cuando las tierras están mas alejadas.
Llegado este momento, las experiencias de cada familia serán en función de la edad de sus miembros. Cuando llegaban temprano a la tierra portando un bebé, ponían una gavilla de cebada en el surco, tendían la alforja encima y allí acostaban la criatura hasta terminar las tareas.
Así empezaba un día de siega. A cada estaja, había que pasar a ver al crio por si lloraba o necesitaba de cuidado alguno. Si había algún otro hijo, sería este el encargado de visitar o cuidar al bebé.
-Anda pepito, vete a ver a tu hermano y métele el chupete en la boca
El chupete era un azucarillo atado en el pañuelo. Era utilizado para tranquilizar al niños hasta que fuera hora de alimentarle.
Cuando el niño tenía un par de años, casi que la cosa se complicaba. El niño ya se levantaba, quería andar y solía caerse entre los surcos.
– A ver pepito, vete a ver a tu hermano que está llorando, quédate un rato con él, que se anda levantando y se pica en las pajas.
Cuando el niño tenia cuatro o cinco años ya se defendía y no paraba, andaba de un lado para otros y los padres no podían quitarle la vista de encima.
– Manolito ven pa acá!, que vienen los grajos y te llevan (grajo en leonés cuervo negro)
Pero al niño le hacían gracia los pajarracos y se alejaba, entonces alguien tenía que salir a buscarle.
Esto era hasta que empezaba a calentar, luego llega otra complicación más. Había muchas tierras que no tenían ni una sola encina o roble y había que tratar de hacer un poco de sombra para los niños. En ese caso había que juntar unos haces y colocar otro encima.
Llega la hora del almuerzo, momento de descansar unos minutos y juntarse con los niños. Casi daban más trabajo los niños que la siega.
Se come un poco (vamos a echar un bocado), se echa una pinta y de nuevo a la siega. Casi que era mejor no haber parado, ¡ahora cuesta mucho más trabajo el empezar! Y así se desarrolla la mañana hasta la 13:30h o las 14:00h.
Antes se comía en la tierra, venía la abuela a traer la comida a los segadores, con frecuencia era un cocido con tocino, chorizo o similar. Solía ser abundante para que sobrase para merendar.
Un poco antes de la hora de comer, había que agavillar y atar. Se iban juntando 4 gavillas uno, otras cuatro otro y el tercero ataba.
Tras la comida había tiempo para echar un poco de siesta. Cada uno buscaba su sitio donde podía. Transcurrido un tiempo, que podían ser las 16:00h empezaba de nuevo la siega con la misma rutina que por la mañana, hasta las 18:00h o 18:30h que era la hora de merendar. Momento de coger fuerzas para terminar la jornada.
A la puesta del sol, de camino para casa, pero antes había que dejar todo atado, para evitar que el viento pueda fastidiarnos el trabajo del día.
Facinar
Y así durante diez o 15 días que solía durar la siega de la cebada. Pero no acaba aquí la vida de agricultor. Teníamos que dedicar otro par de días o tres para juntar los haces (facinar/hacinar) y si coincide que la tierra está en una pendiente y no puede entrar el carro, hay que sacar los haces a un lugar llano.
Se les colocaba a los animales unas angarillas, que era un artilugio de madera con dos pinchos a cada lado, para poder cargar al animal con 6 o 7 haces.
El Acarreo
Y las tareas continúan. Ahora llega el acarreo, trasportar los haces en el carro hasta la era. Se prepara el carro con un palo puntiagudo en cada esquina, se van encajando los haces y cuando llegas a los palos se pincha un haz en cada uno, para ir cruzando otros haces por el centro.
Se trataba de subir cuatro o cinco filas por arriba del carro. Había que cruzar los haces muy bien para que no se cayesen por el camino, porque entonces se iban a reír de ti.
Así se iban llevando a la era, donde nuevamente se iban juntando ordenadamente, pues lo habitual es que se tuviese que hacer varias parvas, los últimos ya quedaban tendidos por la era.
Al día siguiente se cortaban las ataderas y se espolvorea un poco las gavillas. Empieza la trilla.
La Trilla
Esta tarea lleva aparejado un rito en función de los animales que disponga la familia, siendo una tarea más relajada si la trilla es con vacas, algo más ligera si es con burros y ya más animada si se realiza con mulas o caballo (días antes se herraban los animales)
Unos días antes de la siega, a mediados de mayo llegaban los trilleros de Cantalejo, vendiendo trillos o revisando la pérdida de piedras, para que el trabajo sea lo más efectivo posible.
Ha empezado la trilla para la mayor pare de los vecinos, todos vamos al mismo lugar y a la misma hora. ¿Qué puede ocurrir? Todos sueltan los animales a la misma hora (se para a las 14h para la comida) y todos los vecinos necesitan ir a darles de beber agua a la fuente. Aunque parezca imposible, hay que hacer cola y hay que darles tiempo a los animales para que beban. Recuerdo que eran nuestro mejor aliado y hay que cuidarles.
– Ya que vas a la fuente, anda y trae un par de barrilas de agua, que no queda.
Por la noche, después de cenar, como todos los días se sale a sentarse un rato al fresco y charlar un poco con los vecinos sobre como van las tareas. Como todos tienen los mismos problemas y trabajos en común, la conversación es fluida.
Se levanta uno, da unos pasos para un lado y para otro y dice:
– Ah, parece que se está levantando aire.
– Deja, deja, a ver si viene de “arriba” y limpiamos la parva (arriba es viento del noreste)
– Pues vamos a la cama, no sea que tengamos que subir para la era.
Si tu vecino había acertado con la predicción, a las tres de la mañana ya estamos tirando para la era. Toman un chupito de aguardiente y al tajo. Los niños se quedan en la cama.
Emparvar
Tras un par de días, si es con mulas o caballos, la parva está trillada. Llega el momento de emparvar (juntar paja y grano en un montón, y apretar para que no se desmorone cuando se suban encima). Con 8 o 10 años ya te dejaban subirte en la rastra para emparvar. Luego ya podemos tender otra parva para continuar con las labores.
En la parva cada uno ya tiene su lugar reservado. En este caso, el padre se colocaba en la primera fila, al nordeste, era el encargado de ir sacando el grano. El abuelo no tenía problema, ya había asignado en la última fila, en el lado opuesto (suroeste).
Luego ya paseo para adelante, vuelta para atrás, hasta que iba bajando la altura de la parva.
Las herramientas eran Tornadera, utilizada al principio para quitar la paja, luego iban cambiando al viendo y poco después había que echar mano al barredero. Tampoco había que olvidar la ceranda, para ir cribando el gano que iba saliendo con la paja y el barredero. Por último el que sacaba el muelo cogía la pala de madera, ya prácticamente era grano solo.
Una vez que hemos separado el grano de la paja, nunca mejor dicho, es la hora del almuerzo. Si la parva era grande o el viento era flojo, también se podía subir el almuerzo a la era. De todas las formas hay que bajar a casa por el carro, los costales y el alquer, así que ya aprovechaban.
Con el carro de regreso a la era, vamos llenando los costales, con ayuda del alquer y poco a poco los vamos echando para el carro.
Con 10 o 12 años ya empezábamos a “tirar los costales para arriba”. Con el carro cargado y de vuelta a casa, toca ver donde subir los costales. Las escaleras de entonces no eran nada buenas, y todas tenían alguna trampa. Pero los sacos subían igual.
Seguimos terminando la trilla, y aplicamos estas mismas tareas con el resto de cereales. Cada cual lleva su tiempo, pero podemos decir que la cebada y el trigo solían ocupar el 80% de la cosecha, y el centeno el 20%.
Si el tiempo lo permite, hasta empezar la siega del centeno, podemos aprovechar algún día para meter la paja (recoger la paja en el pajar), siempre viene bien tener la era limpia.
El centeno producía menos que la cebada, pero era necesario, porque de el se sacaba el encaño, imprescindible para atar los haces, chamuscar el cerdo en invierno y se puede decir que para encender el fuego cada mañana.
Así que repetimos los trabajos ya descritos para la cebada, pero tenemos que añadir que, en el momento de hacer la parva, se cogían los mejores haces, los más largos y poco a poco, ayudados por el viendo o la guincha, vamos peinando el centeno. Una vez desenredado, puñado a puñado, se golpean las espigas contra la madera del trillo, tratando de sacar el grano, momento es que van haciendo los encaños. Terminada la labor, empezamos la trilla y continua la rutina.
– Vamos, animo que ya estamos a punto de coger la raposa (terminar el verano)
Metemos un montón de paja que nos queda, y a barrer la era. Barrer la era no se puede hacer hasta que no terminan todos los vecinos, pues si no, te van “echando la muña” para lo barrido.
Basado en las vivencias y recuerdos de José Fraile Prada, vecino de Videmala (Zamora)