Guerra de la Independencia contra Napoleón, España estaba ocupada por el ejército francés, y también los ingleses “instalados” con la disculpa de liberar la península del yugo francés.
Y es entonces cuando general inglés Wellington (Duque de Wellington) es llamado a Londres repentinamente. Cumpliendo órdenes, marcha dejando al mando de las tropas al general escocés John Moore.

A estas circunstancias especiales, se une la sorprendente llegada a España del propio Napoleón con un enorme ejército, lo que forzó a Moore a iniciar la retirada hacia La Coruña, ya que sus tropas eran en un número bastante inferior a las francesas. El grueso de sus tropas estaba a la altura de la provincia de Salamanca hacia zona de Tordesillas/Medina del Campo. Sin embargo los acontecimientos se desarrollaron de forma precipitada. La declaración de guerra del imperio austriaco a Francia, dio lugar a que Napoleón, que había pernoctado en Astorga, decidiera dejar la persecución de John Moore y el ejército británico, en manos del mariscal Soult.
Napoleón partió hacia Francia y no volvería nunca más a España. No obstante, el ejército francés continuaba siendo abrumadoramente más numeroso que el británico. Debido a ello, John Moore optó por no presentar batalla y retirarse hacia La Coruña, para reembarcar en la flota inglesa que supuestamente les esperaba. Era el invierno de 1809, un invierno particularmente helador y riguroso. Tanto la retirada inglesa como su persecución a cargo de los franceses, constituyó un auténtico desastre para los españoles de los pueblos por donde pasaban.

Muertos de frío y hambre, y con la disciplina totalmente relajada, ambos ejércitos se dedicaron al pillaje, arrasando y robando todo lo que encontraban a su paso. El mariscal Soult persiguió a los británicos en su penosa huida, sin apenas víveres, y casi pisándole los talones. Y al descender hacia las tierras de El Bierzo, el ejército inglés se dividió en dos secciones. La mayor parte lo hizo a través del “camino real ” por Manzanal, Bembibre, Congosto y Cacabelos. Pero la brigada del general Robert Crawford con unos tres mil hombres, tomó el camino de herradura que cruza la sierra de Foncebadón. Así, mientras el contingente principal británico, al mando de Sir John Moore, continuó por la calzada recientemente construida, que permitía el transito de carruajes y cañones y menos elevada, (1225 m.), la otra sección no tan numerosa lo hizo a través del agreste Puerto de Foncebadón, (1500m.), lugar mucho más peligroso y de difícil tránsito, (detalle que conocen muy bien los peregrinos, ya que por ahí discurre el Camino Francés a Santiago de Compostela).

Años más tarde, en Londres, la imprenta de Thomas Kelly, publicaba un precioso grabado cuyo autor era Adam Neale. En él vemos el Puerto de Foncebadón, (también conocido medievalmente como Puerto del Monte Irago) y que en la publicación británica aparece como “The Sierra of Sevadon”, dibujado con extrema delicadeza, aunque muy idealizado y diferente a su auténtica configuración geográfica. Ello fue debido a que el autor del grabado nunca visitó el escenario, y para reproducirlo, se valió de las descripciones que le fueron proporcionado otras personas que si habían estado en Foncebadón. La mera existencia de este dibujo, da idea de la gran impresión que este lugar causó a los británicos. Y también tenemos constancia de que debió haber alguna refriega entre las tropas inglesas y las francesas perseguidoras, en los alrededores de Foncebadón. Curiosamente tiempo después, el pueblo acabó trasladándose a su actual emplazamiento, que dista menos de un kilómetro del antiguo. Sin embargo parece ser que no fue como consecuencia del posible incidente bélico entre ingleses y franceses, si no porque había una pequeña capilla dedicada a San Lázaro, muy ligada a la peregrinación jacobea.

Y parece que, en torno a esta iglesita, se fue articulando el “nuevo” Foncebadón, quedando prácticamente desaparecido de su anterior emplazamiento.

De la antigua edificación solo pervive la elegante silueta de la espadaña de la Iglesia, que aunque deteriorada, se muestra orgullosa y elegante, desafiando al tiempo.