Cuenta la leyenda… que en un día cualquiera del siglo XVII en la bulliciosa ciudad de Salamanca, se escapó un toro bravo del mercado de ganados, sembrando el pánico en la capital charra.
El animal desató el caos allá por donde pasaba y llegó hasta el mismo centro de la ciudad, más concretamente a la calle Santa Catalina, al lado de la catedral.
La mala suerte quiso que justo en ese momento pasara por allí una mujer con su hijo, la cual se cruza de bruces con el astado. El toro coge carrerilla y se dispone a embestir a la madre y su hijo, pero he aquí que aparece San Juan de Sahagún y poniendo una mano sobre la cabeza del animal le dijo: “Tente necio” y el toro se paró de inmediato, salvando con ello las vidas de aquellas personas.
A partir de entonces, la calle cambió su nombre y pasó a ser “calle tentenecio” en conmemoración de aquel día.