La vista de un sello antiguo siempre despierta la curiosidad. ¿Quién lo usó? ¿Cómo se creó su imagen? ¿Qué nos dice el material sobre su época? Y, más importante, ¿Qué historia nos cuenta su diseño, qué significan sus figuras y leyendas?
Para responder a estas preguntas, nos adentraremos en una selección de sellos medievales. Elegimos este periodo porque el sello no era solo una marca, sino un elemento esencial para la validez de cualquier documento. En la Edad Media, el sello era la palabra de su dueño, su compromiso personal con lo escrito.
Pero un sello es mucho más que un trámite; es, ante todo, un símbolo. Cada persona se esmeraba en que su sello reflejara su identidad, sus creencias, sus aspiraciones. Por eso, analizar los sellos nos ofrece una ventana fascinante a la cultura, la sensibilidad y la mentalidad de quienes vivieron en el medievo. Al comparar estos pequeños objetos, podemos incluso descubrir las tendencias, los gustos y los sentimientos colectivos de toda una sociedad.
El Sello: Más Allá de la Autenticación
En la Edad Media, la función principal del sello era la de autenticar documentos. Era, como bien lo definió Alfonso X el Sabio en Las Partidas, la forma de “firmar” las cartas, de darles fuerza y validez legal a lo que estaba escrito. El sello era la prueba irrefutable de que el contenido provenía de la persona o institución que lo usaba.
Pero su utilidad iba mucho más allá de simplemente validar escritos. Los sellos también se empleaban para asegurar el cierre de cartas, garantizando que el mensaje no había sido leído por terceros. Se usaban para sellar reliquias, añadiendo una capa de santidad y protección. Podían acreditar a un mensajero, confirmando que portaba un encargo oficial, o incluso para marcar panes ácimos con un distintivo.
Un uso particularmente curioso y destacable de las matrices de sellos municipales era el de marcar las campanas, sirviendo como prueba de propiedad de los municipios. Esto demuestra la versatilidad de estos pequeños objetos que, en su sencillez, cumplían funciones vitales en la sociedad medieval.

El Sello de Cera Pendiente: Un Detalle con Historia
El sello de cera se convirtió en el gran protagonista de la validación documental durante la Edad Media, extendiéndose su uso por doquier. Al principio, se empleaba la cera en su estado natural, pero no pasó mucho tiempo antes de que se empezara a mezclar con pigmentos para darle más color y, por ende, mayor vistosidad y distinción.
Las costumbres de los reinos peninsulares definieron el color: en el Reino de León se prefería usar la cera sin teñir, manteniendo su tono original.


En contraste, en los reinos de la Corona de Aragón, la cera roja se impuso como el color oficial, siendo incluso obligatoria para la cancillería real.

Y no podemos olvidar a Navarra, donde la influencia de las costumbres francesas llevó a la adopción de la cera verde para sellar documentos.

Este tipo de sello no se adhería directamente al papel, sino que se colgaba del documento. Se unía a la plica (la parte final del pergamino que se doblaba) mediante tiras de pergamino, correillas de cuero, trencillas de seda o cordones de cáñamo. Así, el sello quedaba suspendido, visible y accesible, confirmando la autenticidad del documento con un toque de elegancia y funcionalidad.
El Sello de Placa: Adaptación a la Era del Papel
Con la creciente popularidad del papel, especialmente en documentos administrativos menos formales, el tradicional sello de cera colgante evolucionó. El sello de placa, ahora adherido directamente al documento, surgió como una solución más práctica. Para evitar que se rompiera debido a su menor grosor, se redujo su tamaño y, para protegerlo, se comenzó a cubrir con un recorte de papel, generalmente con forma de rombo.

Sellos en Metal: Durabilidad y Solemneidad
Además de la cera, se emplearon metales para sellar documentos, siendo el plomo el material preferido para privilegios y concesiones permanentes debido a su mayor durabilidad. Este tipo de sello, también conocido como bula, se convirtió en el distintivo de la cancillería pontificia. En la Península Ibérica, los reyes de Castilla comenzaron a usarlo desde el último cuarto del siglo XII, y poco después, también lo adoptaron los monarcas de León y Aragón. Sin embargo, la cancillería de Navarra no lo utilizó. Estos sellos se imprimían con tenazas especiales.
Para ocasiones de excepcional importancia, emperadores, papas y algunos monarcas también se sirvieron de sellos de oro para las actas más solemnes, los cuales se imprimían mecánicamente o se cincelaban a mano.

Partes de un sello
Tomaremos por ejemplo el sello del emperador leonés Fernando II de León, Signum Regis Hispanorum.
