Por: Juan M. R., vecino y retornado de la Región Leonesa
Les escribo estas líneas con el cariño de quien añora su tierra, pero también con la preocupación de quien ha visto otras realidades y se niega a que la nuestra empeore. Hace unos años, tomé la decisión de volver, de regresar a mi tierra después de un tiempo trabajando fuera, en Europa. Y, aunque el corazón se me ensanchó al pisar de nuevo esta tierra y contemplar estos paisajes, la realidad que encontré aquí me sigue pesando en el corazón.
He visto cómo, con la mejor de las intenciones, se repite una retahíla: “El turismo es la solución para la despoblación”. Se habla de hostelería, de albergues, de casas rurales, de hoteles… Y no me malinterpreten, valoro el esfuerzo y la pasión de quienes apuestan por ello. Pero con la perspectiva que me da haber vivido y trabajado fuera, les digo con toda la franqueza del mundo: la Región Leonesa, señores, no es el parque de atracciones de nadie. Y el turismo, por sí solo, no es la vida que necesitamos.
Allí donde estuve, en Alemania, la mentalidad era otra. Se respira trabajo, se montan empresas, se investiga, se ayuda al emprendedor, se busca cómo crear valor de todo, incluso del reciclaje. Los bares y la restauración son un complemento, una parte más de la economía, pero no un objetivo económico en absoluto, no la única esperanza de futuro. Aquí, en nuestra tierra, la cruda realidad es que esa llamada “vida rural” que nos venden, basada casi exclusivamente en el turismo de temporada, apenas permite a una familia asentarse de verdad. ¿De qué vive un pueblo cuando los visitantes se van tras el verano o el puente?
No podemos asentar población con una oferta de empleo que dura tres meses al año. No podemos esperar que la gente joven regrese si no hay supermercados donde hacer la compra, si los colegios cierran, si el médico viene una vez a la semana, o si hay que hacer decenas de kilómetros para ir a un servicio básico como una farmacia. Sé lo que es vivir en un pueblo, con sus grandezas por supuesto, pero también con los inconvenientes que enfrentamos a diario, muy distintos a la maravillosa imagen que el turista se lleva.
La verdad, por muy dura que sea, es bien simple: aquí, o hay trabajo de verdad, de ese que da de comer todo el año y en diferentes sectores, o no nos queda otra que emigrar. Y es que las cifras de despoblación de nuestras provincias, que no mienten, no hay optimismo turístico que las tape.
Necesitamos, y es urgente, ir más allá de ese “turismo de interior”. Necesitamos políticas de verdad, de las que apuestan por la industria pequeña, por un campo y una ganadería con futuro, por servicios básicos que nos quiten los dolores de cabeza. Que, al final, se monte algo donde la gente no solo venga de visita, sino que pueda elegir quedarse a vivir aquí, con una vida digna y con futuro, no por romanticismo, sino por una oportunidad de verdad.
Nuestra Región Leonesa merece que sus hijos puedan vivir bien aquí, montando sus vidas y negocios, sin tener que ver el tren como la única salida, si es que nos dejan paradas y horarios. Hay que exigir a los que nos mandan que miren la despoblación de frente y que apuesten por un modelo que haga de esto más que un bonito recuerdo de vacaciones.
Atentamente,
Juan M. R. Vecino y Leonesista convencido.
