Hubo un tiempo en que la lucha contra los incendios forestales no era solo una cuestión técnica o institucional. Era una causa compartida, un gesto cotidiano, una responsabilidad asumida por todos. Desde el comienzo del ecologismo en España, años 70, hasta bien entrados los 80, el monte no era un espacio ajeno ni vigilado desde despachos: era parte de la vida, del ocio, de la identidad. Y cuidarlo era casi instintivo.
Los 70: prevención desde el sentido común
El primer vídeo nos lleva a los años 70, cuando la relación con el entorno natural era directa y sin intermediarios. Las campañas de prevención apelaban al sentido común: limpiar un cortafuegos, quedarse hasta el final, apagar bien los rescoldos. No había que rellenar formularios ni pedir permisos imposibles. La ciudadanía era protagonista, no sospechosa.
Era la época del pícnic dominguero, de la barbacoa familiar, de la excursión escolar. El monte era un lugar de encuentro, no de vigilancia. Y aunque los medios eran más rudimentarios, el mensaje era claro: el monte es de todos, y todos debemos cuidarlo.
Los 80: cuando todos cantábamos contra el fuego
En 1988, el Instituto para la Conservación de la Naturaleza (Icona) lanzó la campaña “Todos contra el fuego”, que marcaría un hito en la historia de la televisión española. Con una melodía pegadiza, rostros populares y paisajes idílicos, los spots lograron algo que hoy parece lejano: unir a toda una sociedad en torno a un mensaje común.
El segundo vídeo recoge los anuncios de 1989, donde Miguel Ríos, excursionistas, bomberos y familias se suman a una marcha simbólica contra el fuego. No se trataba de señalar culpables, sino de mostrar que cada gesto cuenta: no tirar colillas, apagar bien las hogueras, pedir autorización para quemas agrícolas. La campaña era coral, alegre, esperanzadora. Y sobre todo, confiaba en la gente.
Durante años, artistas como Serrat, Labordeta, el Fary o Cruz y Raya participaron de forma altruista en estos mensajes. El monte era el escenario, pero también el protagonista. Y el pueblo, el actor principal.
El giro que apagó la llama
Pero en 1994, todo cambió. Con la disolución del Icona y el traspaso de competencias a las comunidades autónomas, las campañas perdieron su alma. La música dio paso al silencio, los rostros conocidos a una voz en off intimidante, y los paisajes a imágenes en blanco y negro de destrucción. La prevención se convirtió en amenaza. El consenso, en sospecha.
Hoy, defendiendo lo propio, lo cercano y lo comunitario, queremos recuperar ese espíritu. Porque el monte sigue siendo nuestro. Porque la prevención no puede depender solo de la burocracia. Porque la memoria es también resistencia.
Estos dos vídeos no son solo nostalgia: son testimonio de una época en que todos éramos parte del paisaje. Y quizás, también, una invitación a volver a serlo.