Es una reliquia del siglo XIV conservada en la Catedral de Zamora. Tradicionalmente se ha usado para diezmar las pestes que pudieran asolar la ciudad.
En el siglo XIV, la ciudad de Zamora sufrió de una peste sin precedentes que acabó con gran parte de la población. En ese momento, Frai Ruperto, monje benedictino del monasterio de San Miguel del Burgo, suplicó a Dios por el fin de la pandemia y sus oraciones no cayeron en saco roto.
Envío Dios a un ángel que le entregó una cruz hecha de carne diciendo: “Accipe signum salutem” (Recibe la señal de la salvación), y le aseguró que mientras se conservase la cruz y la devoción de sus fieles, “no volverían a padecer semejante peste el pueblo y su comarca”.
En 1558, los monjes decidieron enviarla a Valladolid, pero cuando se enteró el ayuntamiento de Zamora hizo todas las gestiones necesarias para conservarla en la ciudad, y el 1599 se realizaba a escritura oficial de custodia del monasterio.
En 1834, se sacó la cruz a la calle en procesión, y junto a las corporaciones municipales lo llevaron a la Catedral donde permanece hoy día.
El obispo de Zamora, Fernando Valera, expondrá la reliquia a las puertas de la Catedral para rogar «por el fin de la pandemia».
El acto será el próximo Miércoles de Ceniza, coincidiendo con la Cuaresma.
Valera, ha solicitado que «se habiliten espacios seguros para la celebración de la penitencia», así como que «se pueda meditar el Santo Vía Crucis»
También insiste en la celebración de todos los sacramentos “con las debidas precauciones”, y que los fieles puedan recibir «la penitencia, unción de enfermos y viático» tanto en domicilios como en hospitales.