Falta de planificación preventiva y reacción tardía
El próximo miércoles 20 de agosto de 2025 se celebrará un Consejo de Gobierno extraordinario en el que se aprobará un acuerdo con las primeras ayudas de recuperación.
REDACCIÓN. Aunque la inversión anunciada supera los 100 millones de euros, lo que llama la atención no es la cifra, sino la necesidad de llegar a este punto. La Junta parece estar actuando con contundencia después de que el daño ya esté hecho, lo que evidencia una carencia preocupante de planificación preventiva. La reforestación, el apoyo a ganaderos y la recuperación de bienes públicos son medidas necesarias, pero llegan tras una gestión que no ha evitado la pérdida de vidas ni el colapso de servicios básicos en las zonas afectadas.
Ausencia de autocrítica y transparencia
En el comunicado oficial no hay ni una sola mención a posibles fallos en la gestión de la emergencia. No se habla de si los protocolos de actuación fueron suficientes, si hubo falta de medios, o si se podría haber evitado la tragedia. La Junta se limita a presentar medidas como si fueran respuestas ejemplares, sin asumir responsabilidades ni abrir espacio para la rendición de cuentas.
Medidas genéricas y sin concreción territorial
Aunque se menciona un “programa específico para Las Médulas”, el resto de las ayudas se presentan de forma genérica, sin detallar qué municipios recibirán qué tipo de apoyo ni cómo se distribuirán los fondos. En situaciones de emergencia, la claridad y la especificidad son esenciales para que los ciudadanos confíen en que las ayudas no se diluirán en burocracia.
Uso político del sufrimiento
La puesta en escena del Consejo de Gobierno extraordinario, con declaraciones del presidente y varios consejeros, tiene un tono más propagandístico que técnico. Se transmite la imagen de un gobierno activo, pero sin ofrecer datos concretos sobre el alcance del daño, el número de afectados o los criterios de asignación de recursos. La tragedia se convierte en escaparate político.
En resumen, aunque las ayudas son necesarias y urgentes, el enfoque reactivo, la falta de autocrítica y la opacidad en la gestión dejan mucho que desear. La ciudadanía merece más que promesas millonarias: necesita garantías de que esto no volverá a ocurrir.