Este final de diciembre se cumplirán 863 años de uno de los episodios más apasionantes y misteriosos de la Historia de Zamora, el “Motín de la Trucha”.
Una serie de acontecimientos en los que la imagen de pasividad que se le atribuye tradicionalmente al pueblo zamorano salta por los aires y que nos trae a la mente la visión de un pueblo combativo y rebelde que reivindicaba con fuerza sus derechos.
Vamos a examinar los sucesos que constituyeron el motín: En los primeros días del invierno de 1158 se celebraba mercado en la ciudad de Zamora. En un puesto que vendía truchas, un zapatero (o el hijo de Pedro el pellitero, según las diferentes versiones) pide que le vendan el último pez. Entonces, un criado del noble Gómez Álvarez exige que se le venda a él, en nombre de un supuesto privilegio nobiliario. En la disputa comienzan a participar todas las gentes que acuden al mercado. Finalmente y en medio de una gran tensión, el criado se lleva la última trucha.
Los nobles, preocupados por lo que parece una sublevación, se reúnen en la iglesia de Santa María. Los lidera Ponce de Cabrera, conde o tenente de Zamora y deliberan sobre qué medidas tomar contra el pueblo.
Mientras tanto, el pueblo, acaudillado por un hombre llamado Benito el pellitero, se rebela y quema la iglesia de Santa María con la nobleza dentro. Los hechos son muy graves y llegan a a oídos del Rey de León, Fernando II.
Fernando II envía tropas hacia Zamora. El pueblo quiere negociar y le plantea al monarca que, o dicta el perdón para todos los participantes en la rebelión, destituyendo además a Ponce de Cabrera como tenente, o que se irán en masa al vecino reino de Portugal.
Fernando II acepta el trato con una condición; que los zamoranos reconstruyan la iglesia de Santa María, a partir de entonces llamada, “La Nueva”.
El perdón real se hace efectivo y Ponce de Cabrera, despechado, huye al reino de Castilla, donde se pondrá al servicio de Sancho III.
El relato del “Motín de la Trucha” no tiene documentos contemporáneos que lo describan. Por eso algunos autores dudan de su existencia real.
Analicemos los argumentos a favor y en contra de su autenticidad:
Por una parte, el primer historiador que lo recoge (Florián de Ocampo, S. XV) nos habla de unos eventos muy consolidados en la tradición oral. Una memoria transmitida por el pueblo, con algunos elementos legendarios, como veremos. Además, los arqueólogos han demostrado la reconstrucción de la iglesia de Santa María entre los siglos XII y XIII.
Por otra parte, se esgrime como argumento en contra que no existen documentos contemporáneos sobre el tema (lo cual ocurrió también en la revuelta de Sahagún de 1111, sin duda porque a la nobleza y a la Iglesia no le interesaba dar publicidad a revoluciones populares, temerosos de un “efecto imitación”). Además, Ponce de Cabrera, personaje histórico, no se encuentra en Zamora en el momento de los hechos relatados. Estaba ya al servicio del rey de Castilla. Parece que el folclore popular añadió esa figura para poner nombre y apellidos al que era el “malo de la película”.
Todo parece indicar que sí existió el “Motín de la Trucha”, pero que en su devenir oral se le fueron añadiendo elementos literarios. Pero, en su esencia, el episodio es totalmente coherente con lo que estaba ocurriendo en el Reino de León en la Plena Edad Media: Un auge de los llamados “burgos”, ciudades comerciales y artesanales, surgidos por el influjo del Camino de Santiago, que se rebelaban contra la nobleza y la Iglesia. Y el apoyo de los reyes de León a los burgueses, que les aportaban riqueza y socavaban los intereses de los nobles, siempre dispuestos a desafiar al autoridad real.
El “Motín de la Trucha” de Zamora debe encuadrarse dentro de las revueltas urbanas de la época, como la ya mencionada de Sahagún de 1111 o la batalla de la Valmuza en Salamanca en 1162. Ejemplos de una vitalidad de los núcleos urbanos del Reino de León y un signo de modernidad de una sociedad leonesa que no estaba dispuesta a dejarse aplastar, sino que reivindicaba sus derechos.