Las castañas maduran y caen al suelo en sus erizos, señal de que ya están listas para ser consumidas. Se pueden comer crudas, hervidas, asadas, en confitura… incluso se pueden macerar para hacer licor. Son el fruto del árbol del castaño (Castanea sativa), nativo de climas templados del hemisferio norte y muy típico en el sur de Europa.
Se tiene constancia de que ya en el paleolítico los humanos se alimentaban de castañas, pero fue con la llegada de los romanos cuando este fruto se convirtió en base de la alimentación. Lo ingerían fresco, seco o molido para hacer harina.
La palabra “castaña” deriva del latín “castanea”, y este término latino deriva a su vez del griego “kastanion karyon” que significa “nuez de Kastania“, municipio actual de la región de Trikala, (Grecia).
Magosto, magostu, magüestu o amagüestu (dependiendo de la zona) es una costumbre de origen celta muy arraigada, y consiste en la reunión de personas alrededor del fuego para asar castañas.
Normalmente se acompaña de un vaso de vino, orujo o sidra destilados de la vendimia de ese año, pues esta celebración coincide con el final de la campaña de recolección.
Los magostos en tierras leonesas carecen de una fecha concreta, dejando a la madre naturaleza que sea ella la que dicte cuando celebrarse.
Como ya hemos explicado, la castaña y el magosto son comunes a todo el territorio, pero este fruto se hace imprescindible en la historia y economía de la comarca del Bierzo (León).
La castaña berciana (marca de garantía) es considerada por muchos como la mejor del mundo. El secreto de su éxito consiste en sus centenarios castaños (algunos con más de mil años) y un microclima propicio. El resultado es una perfecta castaña de forma acorazonada, de pelado fácil, dureza media-alta y un dulzor y jugosidad abundantes.