Hace mucho tiempo que vengo dándole vueltas a la vida de nuestros antepasados en Videmala, como era la vida en aquel pobre y recóndito lugar del oeste zamorano; como se ganaban la vida, si la pobreza de aquellas tierras no alcanzaba para la supervivencia
Hasta hace algunos años confiaba que, con los trabajos del campo, la huerta, unas pocas ovejas y cabras serían suficientes para sobrevivir año tras año. Ahora, he analizado a los vecinos de Videmala y llego a la conclusión de que, eso solamente era posible para algunas familias, que contaban con más terreno y más ganadería. Estos eran muy pocos y al pasar de generación en generación se iban dividiendo y terminaban siendo escasas para todos. Alguna familia aguantaba si conseguían un buen casamiento.
¿Y la otra mayoría qué? Los demás encontraron la supervivencia con un par de burros o mulas, camino adelante, con la arriería. He observado que en muchas Partidas de Matrimonio se decía “de profesión arriero”.
El arriero, es aquella persona que trabaja transportando productos a aquellos pueblos que escasean y hacen de ello una actividad económica, que hoy se denomina la venta ambulante. En siglos pasados era el trueque. En el caso de los vecinos de Videmala eran cacharros (los cacharreros de Videmala) y eran cambiados por otros productos, todo vale.
Los cacharreros guimaros miraron principalmente al noroeste español y recorrieron los pueblos de las provincias de Zamora, León y Orense, adentrándose en Pontevedra y la Coruña., sin olvidar a Salamanca.
Nuestros convecinos eran muchos y muy queridos por todas las fábricas de cerámica, posadas, almacenes de trapos, lanas y demás. Si no hubiera sido así, las historias habrían corrido como la pólvora.
La noche en la posada, no era más que una garantía de tomar una cena caliente y una protección contra el frio, la lluvia, los robos y comida para los animales. En muchas ocasiones la limpieza brillaba por su ausencia (en algún artículo he leído que las gallinas estaban picoteando la migas sobre las mesas y dejando sus excrementos y a continuación la posadera pasaba el trapo y ponía la cena). Se dormía en tenadas o pajares, sobre enjalmas y muy próximos a los animales (La enjalma era una saca, algo más ancha que un costal, que se rellena de paja por la noche y se vacía por la mañana, se tendía en el suelo, se recostaban sobre ella y se tapaban con la manta).
La cena caliente consistía en un potaje de patatas, verduras y poca cosa más, acorde al número de comensales que llegasen a la posada. El desayuno, unas sopas de café o un trozo de pan con tocino y a correr. La mayor parte de estas gentes no comían a mediodía o en todo caso, algo de pan con cebolla.
Se trata de una profesión, donde la experiencia se adquiere sobre el terreno. Desde la más tierna infancia, los niños acompañaban a sus padres en estas salidas, conocían los pueblos de tanto pasar por ellos, las posadas de tantas noches de historias, el tiempo de tanto mirar al cielo cada noche y a las gentes de tanto llamar a sus puertas.
Nuestros guimaros, conocieron de primera mano la actividad alfarera de las provincias limítrofes y sus características. Según algunos estudios, los alfareros ya contaban con una distribución del trabajo desde muy antiguo.
Las mujeres se encargaban de la fabricación y los maridos se dedicaban a la venta. La producción era escasa y acorde a las posibilidades de venta. No contaban con almacenes que permitiesen una producción masiva, por lo que había que darle salida rápidamente y ello tenía a los maridos siempre fuera de casa.
Los hombres, ya fuese en burro o mulo, recorrían los pueblos del entorno próximo y en cada zona se adaptaban a la cerámica del lugar. Posteriormente, estos trabajos de venta/comercialización fueron asumidos por los traperos, que utilizaban los cacharros para la venta o cambio. El acercamiento de los traperos a la alfarería tenía dos ventajas; por una parte, liberaba a los hombres de la venta y le permitía incrementar la producción y por otra parte aumentaba el campo de acción, facilitando la salida a esos incrementos de producción.
En base a este planteamiento me pregunto, acaso los arrieros guimaros, conocidos como cacharreros, ¿pertenecían a gremio de los traperos? Es cierto, según las informaciones que me llegan, que hacían a todo, cacharros, trapo y chatarra.
En la alfarería también existía una gran especialización. En cada zona los barros utilizados eran distintos y adecuados para usos concretos. El barro de Moveros es más poroso y es más aprovechable para el frio; los de Pereruela, presentan ventajas para el calor; las cazuelas, utilizadas para las sopas, eran de barros rojos, barnizados, la cerámica de Olivares, era más fina, al igual que ocurría con las alfarerías de Salamanca y León. El acabado de los mismo solía ser con el vitrificado, tarea esta encomendada a las mujeres.
En la información que he manejado, me he encontrado con algunos personajes nacidos lejos de Videmala y otros de los que solamente tengo documentado su nacimiento. Personajes ubicados en las proximidades de estas alfarerías, por lo que cabe pensar que la vida familiar se desarrollaba lejos de Videmala.
La arriería, realizaba la actividad del transporte a lo largo de toda la geografía, llevando las mercancías de unos lugares a otros. Los guímaros ampliaron esta actividad con la compraventa. Actividad esta un poco amortiguada por los movimientos migratorios de cada momento. Seguramente esta es la explicación del porqué llegaron a Videmala apellidos del norte de Portugal, Sanabria, Orense, León, etc.
Eran muchos los vecinos dedicados a este negocio, podríamos decir, sin temor a equivocarnos que, el 75% de los mismos realizaban esta actividad complementaria. Solamente quedaban en el pueblo albañiles, zapateros y aquellos que mantenían una mayor ganadería (cabras y ovejas).
Fotos: etnoleon.com, wikipedia
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