La relación entre agricultura y ganadería es muy estrecha, pero desequilibrada a favor de una u otra según la fluctuación del periodo. La ganadería no empezó a tener una preponderancia más o menos importante sobre su competidora hasta el nacimiento de la Mesta en el siglo XIII, debido a la importancia clave de la lana de la oveja merina. Había un cierto equilibrio, ya que éstas aprovechaban los pastos en la época anual de la trashumancia, que todavía perdura hasta nuestros días. Este fenómeno también tuvo relación con la distribución socio-económica de otras zonas de la geografía española. A partir de este momento, la vida en el campo quedaba a merced de las exportaciones de lana merina, ingreso fundamental del Reino. La situación de la ganadería tuvo su punto final con la disolución del “Honrado Concejo de la Mesta” en 1836, que estuvo causada por el fin de la supremacía española sobre el comercio de lana. Como consecuencia, la ganadería perdió auge frente a la agricultura, que comenzó a explotarse a un nivel antes desconocido y que estuvo favorecido por las sucesivas desamortizaciones y el desarrollo de las industrias relacionadas sobretodo con los cultivos de cereales.