El efecto de la trashumancia ha sido muy importante para el mantenimiento de los rasgos dialectales en la actual provincia de Salamanca. Los viajes periódicos de los pastores, desde la montaña de León a las sierras del sur de esta provincia, supusieron un efecto continuador en el habla desde los primeros tiempos de los asentamientos medievales de colonos. Estos rasgos siguieron bastante presentes hasta la llegada de las comunicaciones de masas.
- Introducción
- Reflejo del pastoreo en la literatura culta
2.1 Elementos dialectales en el teatro de Juan del Encina y Lucas Fernández - Las lenguas y el folclore popular de la trashumancia
- El estilo de vida de la trashumancia y su lengua
- Descripción de rasgos lingüísticos mantenidos por la trashumancia
- Conclusiones
1. Introducción
El oficio del pastoreo fue una de las formas de vida características de las civilizaciones asentadas en el territorio de las actuales provincias de León, Zamora y Salamanca, y siguió vigente en sus desplazamientos con el inicio de la repoblación en el siglo XII. Antes de entrar en una organización regulada, en aspectos como el cobro de impuestos o el paso por las poblaciones pertenecientes a señoríos, la trashumancia desde la montaña leonesa a la dehesa salmantina primero, y después a la penillanura extremeña, sirvió para llevar a través de la Vía de la Plata un buen conjunto de rasgos
dialectales similares, y también manifestaciones de literatura oral.
En el primer caso, es sabida la proliferación de hablas del tronco astur-leonés en el sur del medieval reino de León, en una zona considerada como tierra de nadie hasta el decaimiento del poderío musulmán en la península ibérica.
Los musulmanes dejaron abundantes testimonios de su presencia en la vertiente cacereña de las sierras del sistema Central, en cambio en la actual Salamanca la labor de los señoríos, cuando estos estuvieron organizados, fue dotar de buenos pastos en las laderas de montañas emblemáticas como el Jálama, y los pastores llegaban hasta allí bien por la ruta de la Vía de la Plata, desde Zamora, o bien por una desviación en la Vía Dalmacia, pasando por Ledesma y hacia el Campo Charro en Salamanca, internándose en las tierras de Ciudad Rodrigo y después en la sierra de Gata. El uso de las hablas del tronco asturleonés fue muy abundante hasta la llegada de la oficialidad en los documentos de habla castellana. No obstante, como es sabido los dialectalismos se mantuvieron en algunas zonas de montaña, tanto en Salamanca como en Cáceres, porque eran zonas alejadas de los grandes centros de comunicación. Fueron dialectalismos como el cierre de las vocales medias, o incluso un conservadurismo pleno en la conservación de las sibilantes medievales.
Por su parte el oficio del pastoreo influyó en el conocimiento de una literatura llegada desde el norte. Al hablar de literatura popular debemos distinguir entre la lírica y la narrativa, conteniendo el segundo género las coplas populares, los romances, las
coplas arromanzadas y las leyendas flotantes en el ambiente, aunque cada uno de estos subgéneros también tenía puntos en común con la lírica popular. Hay motivos similares encontrados en León y en Salamanca en la actualidad, con un rastreo del
folclore autóctono, y podemos hablar también de la tradición legendaria carolingia, compartida en algún caso en localizaciones norteñas y sureñas. La tradición oral siempre se ha extendido por las vías de comunicación, en gran medida utilizadas por el peregrinaje y por el pastoreo. La ganadería de la Edad del Hierro usó estas vías naturales para desarrollar el oficio, y después las civilizaciones romana y visigoda aprovecharon esta primera toma de contacto con la naturaleza, hasta llegar a la época de la repoblación.
La red de cañadas, cordeles y veredas era muy extensa, adquiriendo denominación con la llegada de la Mesta (1273), con un avance hacia la fisionomía actual provocada por los apartaderos para el descanso periódico. Los pastores, en este movimiento para llevar a cabo la invernada una vez al año, usaban la cañada Real Leonesa Occidental, o bien la cañada Real Leonesa Oriental si el origen de su asentamiento del ganado —ovino o vacuno, principalmente—, era la región de la montaña de Riaño y Mampodre, en León. Usaban después la cañada Real de la Vía de la Plata, aunque con muchas ramificaciones, y al llegar a la actual provincia de Salamanca se dirigían hacia el oriente o hacia el occidente, por la Vía Dalmacia y la cañada Real de Extremadura, flanqueando el sistema Central o quedándose en las faldas de la sierra.
La cañada Real de Extremadura no pasaba de forma oficial por el cacereño puerto de Perales, como ocurre en la actualidad y siendo la ruta en apariencia con menor dificultad. Había muchas ramificaciones en la época del florecimiento de la Mesta, y los pastores buscaban puertos de montaña variables, entre los cuales es posible citar el puerto de Santa Clara o el puerto Viejo, entre Salamanca y la provincia extremeña, siempre teniendo en cuenta que los viajes hacia Cáceres se intensificaron con el abandono de la vertiente sureña por parte de los musulmanes.
Además de las rutas hacia la sierra de Francia y la sierra de Béjar, con su continuación hacia el descenso en la penillanura extremeña, el traslado por la sierra de Francia ganó muchos adeptos, buscando el camino de Tamames y Sotoserrano para llegar a Las Hurdes altas, desde la provincia actual de Salamanca. Este paseo estaba muy frecuentado por los eremitas en la Edad Media tardía, además de por los pastores y los peregrinos del Camino de Santiago a partir del siglo XIII, en su variante procedente del sur. Ese ambiente fue el previo a la vida monacal organizada, allí los pastores participaban de un universo que empezaba a ser exclusivo de leyendas y coplas con la característica de la falta de fijación académica, y con muchas versiones. Los pastores fueron portadores de ese significado de unión con la naturaleza por parte de los hombres ilustres llegados hasta aquí desde los núcleos urbanos, en la búsqueda de una unión con la creación perdida en los tiempos de los pueblos celtas anteriores al Imperio romano, siendo ellos continuadores de la misma
forma de vida. Además de la expansión de las leyendas, creencias paganas y coplas, expandían también la lengua llegada desde el norte.
La realeza de los últimos siglos de la Edad Media, y las casas nobiliarias con señoríos a su cargo, tenían como objetivo la fijación de la población en las laderas, con el problema de que el pastoreo en las laderas del sistema Central no se quedaba en un sitio fijo (Domené Sánchez, 2008: 84), y las regiones de sierra eran consideradas un lugar inhóspito, comenzando con el universo de tópicos y la división entre dos mundos remotos entre sí, el campo y la ciudad, siendo difícil imaginarse un lugar
asentado desde estos confines.
El nomadismo fue una constante en el mundo del campesinado medieval, por no tener una residencia fija (Hernández Paniagua, 2018: 45). Las cabezas de ganado ovino o vacuno pertenecían a las casas nobiliarias de los señoríos, a las órdenes militares o a los monasterios, pero los pastores y los peones de las fincas, ya en tiempos más recientes, compartían la condición de no tener un arraigo especial por quedarse en un sitio. Incluso en el oeste de Zamora y Salamanca los pastores podían pasar al reino vecino de Portugal y al revés, sin tener conciencia de la tierra. La trasterminancia también se practicó de forma amplia, en busca de los pastos de montaña o de valle, y eso ocasionó un entendimiento común, también en la forma de hablar. Había grandes
diferencias entre las comarcas.
Las poblaciones salmantinas como Ciudad Rodrigo o Salamanca, y las cacereñas como Coria o Plasencia, redactaban los documentos de paso del ganado ovino por las ciudades en castellano, de forma que los leonesismos se convirtieron en patrimonio de las personas sin una tendencia al asentamiento poblacional. Esto ayudó de alguna forma a la conservación de la lengua astur-leonesa gracias a los viajes de la trashumancia, y al contacto con los pobladores por parte de pastores llegados de forma periódica desde el norte, o de paso hacia Extremadura, pero después los leonesismos se refugiaron en su esfera cuando los medios de comunicación de masas impulsaron el uso del castellano.
Como hemos dicho, la población fijada recibió una falta de consideración cultural por emplear su variedad. Una de las razones tiene que ver con que las hablas del sur de Salamanca han presentado siempre muchas vacilaciones, en la fonología y en las escasas versiones escritas, y han compartido rasgos y léxico con el gallego-portugués, en lo que se refiere al occidente.
2. Reflejo del pastoreo en la literatura culta
Desde siempre la literatura por escrito ha recibido el influjo de los mundos populares, apreciando la necesidad de una transcripción más o menos imitativa del arte surgido de la espontaneidad. El teatro de la segunda parte del siglo XV recibió esta tendencia estética de reflejar la forma de hablar de los pastores como un placer consuetudinario y alejado de los centros de poder cultural de la época, como Salamanca o Alcalá de Henares. Estos autores teatrales identificaron formas de hablar llenas de leonesismos, en comarcas del oeste de las provincias de Zamora y Salamanca.
Juan del Encina realizó una síntesis entre el habla de los últimos tiempos de la Edad Media, considerada como arcaizante desde el punto de vista de los centros de poder, y el refinamiento de las églogas del teatro italiano (López Morales, 2010: 23). La preocupación de Lucas Fernández por el dialecto fue descubierta por Menéndez Pidal, a principios del siglo XX (Zamora Vicente y Canellada Llavona, 1973).
La tendencia pastoril consiguió un gran éxito en los Siglos de Oro en los tres géneros. Encontramos una preocupación por incluir a la naturaleza en las obras de arte como un personaje más, con su espiritualidad y en una adaptación desde la contemplación de los fenómenos naturales en consonancia con el ser humano —una visión clásica de los pueblos prerromanos—, en la aclimatación hacia el neoplatonismo como reflejo del paso desde la Edad Antigua hasta la Edad Media. En el teatro pastoril, pero también en los otros géneros, los pastores hablan con leonesismos porque su rasgo itinerante se convirtió en la norma en estas comarcas. La visión del oficio estaba muy idealizada a pesar de los leonesismos tenidos por rústicos, pero por seguir una moda de gran éxito en Italia, y después en la Corona de Castilla (Castillo Martínez, 2008: 2). Juan del Encina y Lucas Fernández, aunque eran conscientes de la falta de prestigio sustancial a las hablas leonesas en el siglo XV, buceaban en las comarcas apartadas de la vida urbana y donde las nuevas corrientes llegaban, porque el pastoreo sobresalía como elemento de un idealismo nostálgico cercano a las miras de los clásicos.
Juan del Encina conocía la tradición del teatro pastoril, pero observamos una línea de continuidad entre el mundo clásico y su mantenimiento, en una época prerrenacentista con incipientes guiños al mundo antiguo. Nos referimos al sentimiento pastoril de humildad, hallado en la estética bucólica de Virgilio (Jordá, 2015: 160). En ese periodo del siglo XV, se vivió una aclimatación de los usos propios de las pastoradas en el entorno señorial, habida cuenta de que Juan del Encina conocía los artificios musicales para servir de ornamento y complementar a la estética tomada de las pastoradas. Sobre todo entendemos que la humildad iba en consonancia con el desarrollo de la música en las celebraciones litúrgicas. Fue debido a que los responsables quisieron siempre dotar al teatro prerrenacentista de una vertiente popular, lograda gracias a los tamborileros, antepasados de los más recientes y portadores de leyendas, y también uniendo a esto el matiz del esplendor en los músicos menestriles. Estos últimos aportaban el componente más ligado al artificio necesario para que la capital de una diócesis pudiera considerarse rica, o con personalidad propia. Los tamborileros, y los actores, llevaban muchos usos dialectales. Hay que decir que había una tradición de representar pastoradas en el oeste de Zamora y en León, aunque no se limitaba a esos lugares (Trapero Trapero, 2008).
En el teatro del siglo XV, vinculado a las iglesias y asociado a obras de Juan
del Encina y Lucas Fernández, se produjo una asociación entre las influencias cultas y las tradicionales, con un componente no necesariamente religioso. En la diócesis de Ciudad Rodrigo también se da esa preocupación por dotar a las celebraciones religiosas de menestriles, tamborileros y el elemento pastoril en églogas y loas para las fiestas de renombre. Los tamborileros habían nacido del sustrato popular, pasando por la literatura oral de los juglares hasta terminar en esta aclimatación oficiosa en las altas esferas. La iglesia contaba con instrumentos con más o menos recorrido en la iglesia, como es el caso de las citadas trompetas de los menestriles, o de los orlos.
Se da la circunstancia de que este sustrato con una base en el pueblo, no se consideró
de escaso valor. Al contrario, era un motivo de prestigio el hecho de contar con esa mezcla, porque el esplendor también procedía del fervor no emparentado siempre con las autoridades, aunque ellas también se presentaban en las fiestas. Los músicos, no solo Juan del Encina y Lucas Fernández, sino todos los aprendices, fueron conocedores de esta doble vertiente. Queremos decir con esto que el contenido lingüístico y temático del asunto pastoril, se veía con buena acogida a pesar de la disparidad.
Desde el siglo XV se vivió un distanciamiento con la ciudad, en las formas de hablar y en la mentalidad, pero algunos intelectuales y creadores de arte miraron con nostalgia a esos ambientes, sobre todo porque el teatro es un espectáculo con miras hacia el público. Salamanca cambió mucho en este periodo, aunque el mercado seguía teniendo presencia de pastores llegados desde el norte, con el uso de ese dialecto que empezaba a resultar extraño a los ojos del refinamiento. Sin embargo, no es verdad que se viera como una variedad tosca, o cómica. Precisamente por la necesidad de incluir a la doble vertiente, y el lujo estribaba también en eso. Podemos poner el ejemplo de Monsagro: fue a fines de la Edad Media una población muy aislada, de pastores y comerciantes de caucho, resina y miel. Sin embargo, tenía un gran prestigio en Salamanca, debido a que su fiesta contaba con una procesión provista de palio, y esto se traducía en una gran distinción, a pesar de que estuviera muy lejos de las diócesis. El esplendor radicaba en aglutinar las dos corrientes.
Los autores bebieron mucho de esa lengua franca de los pastores, con tintes de jerga profesional, asociada a los mercados y a los recorridos. Sobre todo, porque el espíritu del mercado de la capital de Salamanca obedecía a un reflejo de la disparidad de las idas y venidas en el campo. Había un espíritu de indefinición geográfica en las cercanías de la frontera con el reino de Portugal, y en la identidad propia de las ferias de ganado.
En el mercado de Salamanca se escuchaban romances o coplas arromanzadas, y los pastores expresaban el sentimiento amoroso con la misma filiación de la lírica tradicional anterior. El dialecto funcionaba en ese caso como un conjunto de retazos hermético ante el advenimiento del esplendor de Salamanca, ciudad guía del castellano. Funcionó como una koiné en el inmenso ambiente de los mercaderes, relegados a una posición ajena a ese refinamiento. Ocurrió que los autores elevaron esta jerga al plano de la fabulación.
La zona comercial de Salamanca se situaba en la zona de la población donde ahora está la plaza Mayor y los recintos aledaños. Allí, la inspiración de los autores cultos se unió a la corriente de preocupación por las cancioncillas populares, muy en boga en el siglo XV, por ejemplo al hablar de las serranillas tomadas de la boca de los pastores. El Marqués de Santillana también bebió de ese ambiente, y en este caso con una temática de encuentros idealizados con vaqueras. Toda esa materia sirvió de argumento al género del teatro.
2.1 Elementos dialectales en el teatro de Juan del Encina y Lucas Fernández
En la Farsa o cuasi comedia hecha por Lucas Fernández, nos encontramos con muchos
arcaísmos, y esto es una constante que debió darse en ese clima de mantenimiento de usos ajenos al castellano triunfador en el siglo XV: la mezcla entre los arcaísmos y los rasgos más ligados a la tierra, en relación al dialecto astur-leonés. Hay una abundante palatización, como en llacerado o ñunca. El vocabulario de esta obra nos enseña ejemplos como debrocado, además del vocablo sustancial zagal, tan ligado al pastoreo. Debrocar se empleó, en ejemplos recogidos del siglo XX; en Asturias, León, Salamanca y Las Hurdes, y en la obra tiene un significado metafórico ligado al abatimiento. Coincide con el área de influencia de la trashumancia. También bocezar, en el sentido de bostezar (Le Men Loyer, 1996: 66).
En Juan del Encina, hay una palatización de fonemas como /l/ o /n/, en posición inicial. Se da por ejemplo en el Aucto del Repelón, en casos como ño o como llabrancia.
Los leonesismos no se emplean con un propósito cómico, porque los pastores argumentan sentimientos nobles, salvo en los autos en los que ha sido más relevante esa faceta. Más bien hay un propósito de querer poner de manifiesto la ternura en ese rincón ficticio, con un lenguaje apartado de lo convencional. Los autores cultos no distinguían unos parámetros geográficos, solo se interesaron por unas particularidades procedentes de una parcela mítica desde el punto de vista urbano, de alguna forma (Encina, 1893).
Hay otras cuestiones de interés. No se encuentran formas de /e/ y /o/ breves latinas sin diptongo, algo que sí podía verse en un estadio del dialecto primitivo, contando con una vacilación, y esto nos hace pensar en que la recogida de fenómenos fue contemporánea, y también espontánea. Por otro lado, aparece el pronombre vos, de bastante vitalidad medieval en las comarcas referidas.
Encontramos la curiosidad de la voz zagalito, en una égloga representada en Navidad. Además de emplearse esta palabra como vehículo desde la lengua árabe hasta el castellano, hay un componente de emotividad, relacionado con el empleo de los sufijos diminutivos, con gran vitalidad histórica en las comarcas del oeste de Zamora, y también en León. Además de ello, la asociación de zagalito con el verbo trovar da cuenta de ese esfuerzo de equiparación entre la nobleza del arte y la inocencia del oficio. Los ejemplos léxicos son muy abundantes, como señoranza.
Hay un detalle de interés, y es que el dialecto astur-leonés sirvió como puente entre las variedades occidentales de la península ibérica, hasta llegar a la aclimatación castellana. Algunas palabras se empleaban como leonesismos en la época, procedentes del gallego-portugués, y después se extinguieron en la zona de León y Extremadura. Es el caso del participio namorado, en una de las églogas sin título. Siguiendo con esto, el nivel del léxico presenta más leonesismos en los textos de Juan del Encina, teniendo los de Lucas Fernández más mezcla con palabras arcaicas.
Hay que decir que los leonesismos no solo se encontraban en el teatro, sino también en crónicas medievales y novelas de caballerías contemporáneas, aunque se produjo un desuso a partir de esta fecha. Hablamos de copias, no solo de obras. La copia impresa fijó el idioma, por eso es un gran mérito que los títulos de Juan del Encina y Lucas Fernández quisieran conservar los dialectalismos.
3. Las lenguas y el folclore popular de la trashumancia
Desde siempre la expansión de las lenguas ha ido de forma paralela a la
cultura del pueblo que las habla. Esta cultura no es única, es también el producto de las interacciones de ese pueblo con sus influencias, y la expansión de todo ese conglomerado ha tenido lugar gracias a los viajes por motivos culturales, militares o de mercadeo. Hablamos aquí de lírica y de narrativa, también de teatro popular como hemos visto en el capítulo previo. La población de las aldeas de León, Zamora o Salamanca, tuvo una inclinación por realizar representaciones populares. El entorno de los pastores en las ferias de ganado de Salamanca, y en los intercambios de productos de uso común, supuso la adquisición de estos ritos populares.
Nos fijamos en la pastorada teatral de Ledesma, porque en este acto de carácter teatral hay un uso del fuego repetido en otros lugares, y con guiños a los ancestros. El culto al fuego forma parte de la aclimatación de los pequeños ganaderos a la pertenencia a un equilibrio natural, como ejemplo de las creencias de los pueblos previos a la llegada del Imperio romano. Suponemos que estas creencias han pasado gracias a uno de los oficios más ancestrales y atemporales. Los ritos con el acompañamiento del fuego estaban unidos al pastoreo y a las fiestas religiosas de renombre, y hemos visto la evolución de los ritos paganos hacia una cristianización, aunque este oficio sigue siendo el principal protagonista (Rua Aller, 2009). Además de ello en la localidad serragatina de Peñaparda hay una celebración de quintos en el día de San Sebastián con la participación de una hoguera purificadora.
En este sentido, la línea de continuidad entre los antiguos ganaderos de la Edad del Hierro, y los pastores medievales, tuvo una relación en las representaciones populares medievales, aunque es imposible saber cómo hablaban los actores. Solo conocemos la influencia en el teatro más organizado, como hemos visto en el capítulo previo. El uso del fuego, en lugares como Peñaparda o Ledesma, nos da a entender que este elemento era muy usado en los lugares atravesados por rutas de pastores, siguiendo con la costumbre ancestral del uso de los elementos para purificar. Tenemos
en cuenta la relación del ser humano con la naturaleza, según las creencias de la Edad del Hierro. Por otro lado, aunque tampoco se puede probar, los autores teatrales de Salamanca conocían la existencia de un teatro popular medieval, y con seguridad recibieron su influencia en el lenguaje.
Nos encontramos con la curiosidad de que en Ledesma hay una leyenda que dice que los pastores participantes en el nacimiento navideño del Evangelio están enterrados allí, en la iglesia de San Fernando. El fuego y las leyendas son diferentes formas de sacralizar un emplazamiento, y también el teatro lo era, en la época antigua y medieval. La ruta de Ledesma, el Campo Charro y después la sierra de Gata, la hemos descrito como una ruta de pastores ancestral, desde los confines del oficio (Puerto Hernández, 2018: 407).
Hablamos ahora del género de la narrativa popular. Los pastores y los artistas se inspiraban en las leyendas, tanto reales como imaginarias. Las coplas de pastores exportaban una narrativa sobre hechos noticiosos, y pueden recogerse versiones similares de un mismo suceso (Díaz Gragera, 2020: 14). Muchas de estas composiciones están a caballo entre la narrativa y la lírica, hablan en su mayoría sobre el oficio y las vicisitudes de la vida en la montaña y en las cañadas. En el siglo XIX el oficio de pastor adquirió una dimensión unida a la atemporalidad característica presentada en los cancioneros, sobre todo cuando se inició una corriente de preocupación por el folclore tradicional y por la recopilación.
En esta cultura popular los pastores hacían una labor de acompañantes de los músicos de pliegos de cordel, estos últimos acompañados por una guitarra o bien por una gaita y un tamboril. Esto se dio a conocer sobre todo en el siglo XIX, cuando los músicos tradicionales acudieron a las ciudades para mostrar su trabajo en las fiestas, ante la aclamación popular. Los pastores no tenían vocación en su mayoría de artistas, en su recorrido de León a Salamanca o en los desplazamientos cortos, pero la expansión de los hechos por la palabra era muy importante, y los artistas se nutrieron en gran medida de estos rabadanes encontrados en fincas durante el siglo XIX. Ellos tenían una memoria muy alargada, como producto de la dilatación de los tiempos históricos a través de los siglos. Los pastores conocían hechos ocurridos en los pueblos, tenidos en el ambiente de los presentes, y estos hechos eran trasladados de boca en boca hacia otros lugares, expandiendo una leyenda popular. La vida anterior a la industrialización —en el mundo del campo de una llegada muy tardía—, tenía visos de parecerse a una época llena de peligros. Los viajes se hacían con montura y andando en un poblamiento sometido a una equiparación obligada con la naturaleza, a veces salvaje, y esto daba lugar a muchas anécdotas más o menos serias.
La Vía de la Plata siempre tuvo un intenso intercambio de tradiciones de cultura popular, en forma de coplas o de materia para esas coplas con leyendas y motivos populares (Manzano, 1992). Entendemos este hecho como una constante desde la calzada primitiva puesta en marcha por los desplazamientos en la Edad del Hierro, también con los pastores como protagonistas. Se une el hecho de que la montaña leonesa y la montaña salmantina, en la actualidad, ofrecen todavía hoy en día un aspecto inhóspito y solitario en algunas latitudes, por las circunstancias históricas, y esto dio lugar a una repetición de coplas para acometer una respuesta artística a un estilo de vida desprovisto del arraigo. Por eso se dan motivos parecidos en el recorrido de la Vía de la Plata.
Los refranes del mundo rural, concernientes al oficio, se repiten en lugares muy dispares. Nos fijamos por ejemplo en el refrán reunión de pastores, oveja muerta (Iglesias Ovejero, 1993). Tenía mucha difusión en la región de la sierra de Gata salmantina, también en Asturias, León y otros lugares, hasta que por fin el refrán pasó a ser usado a nivel general. Los informantes ofrecían rasgos leoneses como el cierre de las vocales medias y átonas, en una mezcla con rasgos del portugués.
También puede verse una relación entre el norte y el sur del territorio medieval leonés gracias a las leyendas. No solo corrían de boca en boca de los pastores las coplas, sino también las habladurías sobre hechos que, gracias al correr del tiempo y del espacio, terminaban siendo considerados como legendarios. Un ejemplo es la vinculación del ciervo con apariciones de la Virgen María, como elemento anunciador, lo que dio lugar al nombre de Villar de Ciervo en una leyenda sobre la pérdida y el hallazgo de la princesa Isabel en este paraje del Campo de Argañán salmantino. El ciervo es un animal muy simbólico en muchas civilizaciones anteriores a la llegada del cristianismo, lo era también en zonas de la montaña leonesa.
En este sentido la materia carolingia llegó pronto a León, redactándose documentos que prueban la preocupación en el ambiente nobiliario por la épica de los francos desde el siglo X (Bautista Pérez, 2011: 52). Se da la circunstancia de ser la sierra de Francia, además de un lugar de paso de eremitas, pastores y peregrinos, una ruta de leyendas de tipo carolingio. Nos referimos al frecuentado camino desde Las Hurdes hasta Sotoserrano, discurriendo después por Linares de Riofrío y Tamames, hacia Salamanca. Había versiones en este camino con una interpretación peculiar de la Chanson de Roland, con la participación de Bernardo del Carpio. Los leonesismos son muy frecuentes en la sierra de Francia, y la trashumancia en esta región no estaba protagonizada solo por los pastores de ganado, sino por la apicultura y el desplazamiento de productos para subsistencia procedentes de Las Hurdes. Esto ocurría no solo en el camino de Sotoserrano, sino en el ascenso hacia la sierra de Francia occidental, hacia tierras de Ciudad Rodrigo, y nos hemos encontrado con que el agua,
tomando la referencia del río Cea o de la fuente de las cercanías de Tamames, es un elemento catalizador (Sánchez, 2016: 47).
Estas poblaciones, como Monsagro, tuvieron siempre una mayor personalidad, por no tener una referencia en kilómetros, y la acumulación de leonesismos viene dada en su caso por los primeros tiempos de la repoblación, en el siglo XII. Comparten el conservadurismo con rasgos sureños como la aspiración de la <-s> implosiva, y tenemos en cuenta que se ha dado una mezcla de rasgos astur-leoneses, y sureños, en algunas zonas de la meseta Norte.
En esta organización de la vida monacal y de los señoríos, durante la Edad Media tardía, los pastores eran vistos como humildes por no tener tierras y estar al servicio de otras personas, pero sus formas de hablar se recibían con bastante consideración en la sierra. No era tan importante aquí el fenómeno de una ruralización para ser vista con humildad por el público urbano. La vida pretendida por los monjes y eremitas instalados en la sierra coincidía con el espíritu nómada de los pastores, además por haber participado en el Evangelio. Este hecho hizo que pudieran ser muy respetados como portadores de las leyendas traídas desde el norte, y también fue respetada y en parte compartida su forma de hablar.
Los pastores a veces no eran solo portadores de rasgos dialectales o motivos para la creación artística. Intervenían también en las fiestas y celebraciones, sobre todo en fechas de referencia como la Navidad y otras festividades, como San Antón o San Sebastián. Sucedía cuando se vestían de gala con trajes de postín guardados por la familia para fines exclusivos, y acudían a las cabeceras de comarca para cantar las coplas o contar anécdotas disfrutando de la compañía de las clases humildes en los arrabales de las ciudades. Los pastores de León usaban el pandero cuadrado, fabricado con pieles en su mayoría de oveja, también de cabra, en zonas como Laciana o Babia. Este instrumento se expandió hacia el sur gracias a los viajes, pudiéndolo encontrar en la localidad salmantina de Peñaparda, en la sierra de Gata. Junto con el uso del pandero cuadrado se empleaba también la lengua.
Las leyendas se originaron en tiempos medievales, y dieron lugar a romances, coplas de pastores y coplas arromanzadas. Tanto en León como en Salamanca hay muchas creencias sobre hadas que habitaban las fuentes, y se han transmitido mediante coplas, o con simpleza mediante el recurso oral de la conversación. En esa oralidad se ha perdido también el componente mítico, haciendo pasar a la escena por natural.
Tenemos en cuenta que los motivos nutrientes de las coplas, romances o coplas arromanzadas no deben entenderse como únicos en su origen. Al contrario, los artistas van recibiendo influencias provenientes de la tradición de los campesinos y los pastores, hasta que un hecho se vuelve con la fama suficiente para sacar una copla, aunque este hecho se base en algo tan simple como el trasiego de los pastores en un momento determinado, y a la vez cargado de belleza por las atribuciones míticas dadas a la sierra. Por eso la forma de hablar de este lugar tenía condiciones apropiadas para una fijación idiomática variable, en función de las llegadas de los viajes anuales.
Los medios de comunicación llegaron con fuerza, pero las oleadas de la trashumancia siguieron durante siglos con la misma forma de hablar.
En este sentido, las coplas de los pastores se tornan en el género de la lírica cuando expresan sentimientos de partida, o de llegada. La copla popular Ya se van los pastores denota un sentimiento de pertenencia por parte de los observadores inocentes de esa forma de vida, y por eso lo llamamos lírica. Además, porque el ciclo de la trashumancia interviene en la organización de las zagalas de la tierra, aportando épica. La copla se cantó en lugares muy variados de las dos mesetas, tomando una dirección de norte a sur, con un léxico distinto en cada versión, adaptado a las convenciones locales.
En esta corriente de recuperación del folclore, en el siglo XIX y en la primera parte del XX, aparecen nombres como Mariano Domínguez Berrueta en León o Dámaso Ledesma en Salamanca. El primero habla sobre el mismo carácter trasladador de motivos para coplas por parte de los pastores, los cuales partían de Laciana o de la montaña de Riaño, en León, y llegaban hasta las vegas de Salamanca o Extremadura. En la recopilación de canciones del género lírico se nota un cierto aire a la inocencia de la lírica medieval, porque la llegada o la marcha de la trashumancia suponían una relación con los tiempos de amores de las muchachas. Sin embargo, en las transcripciones cultas
de los teóricos del folclore de esa época no se advierten leonesismos, porque la idea es
la de ofrecer una unidad lingüística.
El rasgo más visible en la actualidad aportado por la literatura oral es el cierre de las vocales medias y átonas. Esto se da sobre todo en la sierra de Gata, aunque la tarea de recuperación del folclore es mayor en la parte cacereña de esa sierra. Las fiestas influyeron mucho en los usos lingüísticos, uniendo a esto la recepción de los pastores y la participación de ellos en la vida comunitaria. En esa mezcla de géneros, nos llegan ejemplos como ese cierre en el formato de la Jota de las Aceituneras, aunque en el lado cacereño (Savia Viva de Coria, 2019). En cambio, en la sierra de Francia permanece algún rastro morfológico, en coplas como la de Y estaba la trucha, con el sufijo –ino en burrino (Calvo, 1990). Sin embargo, las copias de la tradición oral de Salamanca llegadas hasta nuestros días, adolecen como decimos de una gran pérdida de originalidad en los rastros originales de la lengua.
4. El estilo de vida de la trashumancia y su lengua
En el siglo XX el mundo industrializado descubrió la trashumancia, con las condiciones de la dureza del oficio, y el ferrocarril de la Vía de la Plata modificó el trayecto con los vagones de mercancías. Los hombres de lugares como la montaña leonesa no conocían el exterior, porque por causa de la nieve las poblaciones como Prioro quedaban aisladas (Gutiérrez Álvarez, 2004). Por tanto, cuando ellos salían en el mes de octubre era para no volver en meses, y si no era con la ayuda de los medios de transporte debían afrontar muchos tiempos de soledad. La forma de vida invitaba a una relación forzosa cuando podía ser posible, no en las noches en los chozos bajo las órdenes del mayoral, pero sí con los autóctonos de cada pueblo de las tierras llanas de Campos, de Zamora, Salamanca o Extremadura cuando llegaba el momento de disponer de los chozos en las localizaciones para hacer noche. Como dijimos, los pastores llegaban envueltos en una atmósfera de misterio humilde, pero también de bondad.
Hay una característica del habla de Prioro fundamentada en una conexión con el castellano en el siglo XX, antes y después de la Guerra Civil (Gutiérrez Álvarez, 2004).
No en vano la permanencia de los leonesismos en la montaña leonesa siguió hasta los dos primeros tercios del siglo, después decayó de forma considerable, con la puesta en marcha de las comunicaciones. El habla de Prioro, por ejemplo, tenía vocablos autóctonos, pero eso pasa también en las comarcas influidas por la trashumancia en su paso o en su llegada, dentro de Salamanca o en el resto de demarcaciones. Había palabras pertenecientes al ámbito de los pastores, las cuales se pueden encontrar en los sitios donde las variedades del tronco astur-leonés se han conservado mejor, como chozo en el sur de Salamanca y en el norte de Cáceres. Este hecho es un factor repetido, porque aunque recibieran la influencia de las corrientes de las invernadas, cada zona desarrollaba su propia evolución, tanto en los rasgos fonológicos y morfosintácticos como en el resto. La tendencia se refería a una simplificación en los dos primeros aspectos, conservando un conjunto de matices definitorios en esa lengua franca. En el apartado del léxico la situación era más complicada, porque había palabras solo conocidas en algunos kilómetros, por ejemplo en el valle. Lo vimos en la sierra de Francia, pero esta constante se encuentra en los valles de la montaña leonesa. El léxico respondía a la aludida mezcla entre el castellano y el astur-leonés.
El léxico evoluciona y se renueva gracias al empuje de un contexto común, entendiendo la singularidad de los valles o subcomarcas en una época sin medios de comunicación ni red de transportes. Esta evolución viene dada por asociaciones intencionales como producto de una cooperación común, gracias al trabajo entre personas con intereses afines (Álvarez, 2010). De nuevo el intercambio de productos tuvo una gran influencia.
Los pastores de Asturias y León pasaban medio año fuera de sus hogares, pero a veces la vida familiar influía en ellos, ya en el siglo XX. Las mujeres y los hijos acompañaban a veces al pastor, porque las condiciones de vida en el pueblo no eran muy boyantes, enfrentándose a una economía muy limitada y a no poder salir de allí, en un mundo sin el cabeza de familia. Las mujeres y los hijos participaban en la vida comunitaria de los pueblos de Salamanca y Extremadura, esto influyó en que los leonesismos tuvieran una vía de traslado a las tierras del sur, con una buena familiarización por haber conocido las invernadas estos habitantes desde la Edad Media, hablando de la época de la formación de las lenguas peninsulares (Pérez Andrés, 2019).
5. Descripción de rasgos lingüísticos mantenidos por la trashumancia
En el plano fonológico de la lengua se encuentran algunos matices en las sierras del sur de Salamanca típicos del tronco astur-leonés. Como decimos el efecto de la trashumancia provocó una simplificación de la fragmentación dialectal vivida en los montes septentrionales. El cierre de las vocales medias átonas es uno de los fenómenos más persistentes entre la población de las sierras del sur, sobre todo en la sierra de Gata, y sobre todo entre la gente mayor o sin contacto exhaustivo con otras zonas.
El comportamiento de la palatización del sonido representado por <l-> inicial no es muy frecuente en Salamanca. Tenemos en cuenta que, cuando se dio esta observación, ya estábamos en los siglos XIX y XX, y el idioma de la trashumancia se encontraba muy castellanizado.
Atendiendo a los rasgos típicos aportados para la sierra de Gata llama la atención el mantenimiento del grupo <-mb-> en bastantes topónimos de la vertiente salmantina de esta sierra (Iglesias Ovejero, 2003: 376). Esta conservación con respecto al latín también se dio en la montaña leonesa. Es un rasgo definitorio de este tronco, pero los ejemplos están asociados a contextos pastoriles. El ejemplo de llombo se encuentra en la toponimia popular, además con la palatización de la <l-> inicial en ocasiones. No hay pruebas en los reflejos sobre la literatura culta, por eso los documentos sobre la lengua de la trashumancia se refieren a las huellas de la palabra sobre el terreno, en una imitación de las formas fosilizadas.
En las cercanías de Robleda, en Salamanca, aparece el camino del Lombu, en un paraje frecuentado por pastores en todas las épocas anteriores, con la cercanía de la fuente Miomingu, la referencia en este lugar para abastecerse de agua. En esos lugares emblemáticos los rasgos aparecen con más fuerza. En la provincia de Salamanca, y en comarcas cacereñas como Las Hurdes, se encuentran otros ejemplos con este mismo topónimo, en contextos similares (Barroso Gutiérrez, 2001). Lamber fue una palabra típica de las personas mayores, en décadas pasadas, tanto en Las Hurdes como en las sierras del sur de Salamanca, con o sin palatización de <l-> inicial.
En buena parte de la provincia de Salamanca el mantenimiento de la <f-> inicial latina duró bastante tiempo, por la influencia del tronco astur-leonés en la formación del castellano. La pervivencia y la aspiración, previas a la desaparición definitiva, se han mantenido más en las zonas de sierra de Salamanca y Cáceres, en palabras como farina y farinato, o en el propio topónimo de Las Hurdes. Hace medio siglo sí se han documentado en las sierras salmantinas ejemplos frecuentes de aspiración, como en / jorná/, sustituyendo a formada (Doman, 1969: 437).
En muchas ocasiones este fonema aparece como aspirado, y esta pronunciación se trasladó a sitios muy diversos por el efecto de la fijación en la trashumancia. Es un rasgo presente en lugares donde la trashumancia buscaba pastos invernales sin pasar a Extremadura o a las riberas del Tajo, pero ya en la meseta Sur, como sucede en la cuenca abulense de ese río. En ese sector abulense también se da el fenómeno (Marcet Rodríguez, 2019: 96).
Nos hemos encontrado con que los rasgos fonológicos mantenidos hoy en día son más propios de la sierra de Gata, y los rasgos morfosintácticos son más propios de la sierra de Francia. Hoy en día, todavía el cierre especialmente de las vocales finales medias, como en perru, es posible escucharlo en la sierra de Gata, sobre todo en personas con alguna relación con los oficios al aire libre.
En ese plano morfosintáctico, el comportamiento de añadir un posesivo a un artículo, antes del sustantivo, ha tenido una gran vitalidad y es escuchado en bastante población rural del sur de Salamanca y de León. También se practicaba durante el siglo XX en Sayago y Aliste. En la provincia de Salamanca este uso se conserva en amplias zonas de la sierra de Francia, la sierra de Béjar, la sierra de Gata o el Campo de Agadones. Se dio un mantenimiento en el tiempo de una costumbre adquirida no solo por los hablantes leoneses de la Edad Media, sino también cuando el castellano triunfó.
Hay ejemplos en la épica castellana, pero a partir del siglo XV el uso quedó relegado a la órbita del dialecto leonés y su área de influencia. Por este mantenimiento los pastores siguieron usando la costumbre en una expresión de la afectividad social. El poeta Gabriel y Galán incorpora lo mismo en algunos versos, con una tradición lingüística mantenida en un reflejo poético de la vida pastoril y por fin realista (Sánchez, 2017: 229). Hace dos décadas, incluso la juventud de amplias zonas de Salamanca usaba sintagmas como la mi chaqueta, para incidir en un factor de emotividad vinculado a la posesión.
Por otro lado, la expresión dialectal de la tercera persona de plural del pretérito perfecto simple, en ejemplos como vinon o trajon, es muy común en la sierra de Francia, en las personas más arraigadas a la tierra. También se pueden escuchar por la sierra de Francia y la sierra de Gata los adverbios asín y asina, y palabras con el sufijo –ino, sobre todo entre las generaciones mayores.
Como hemos dicho el mundo del léxico es inmenso en León, Salamanca y Zamora, con vocablos de un uso limitado a la cercanía, pero hay algunas palabras comunes donde es posible notarse la influencia de la trashumancia. Son palabras no pertenecientes a un uso generalizado por los hablantes castellanos.
La palabra llábana está aceptada por el uso castellano, y se ha documentado en Asturias, León y en la sierra de Gata, tanto en la vertiente salmantina como en la extremeña. Se usaba en contextos relacionados con el aprovechamiento del terreno agreste para la vida cotidiana en contacto con la naturaleza, usando las rocas de los sitios ásperos como mesa de trabajo o de comida.
La palabra zagal se usaba en la montaña leonesa para indicar a un iniciado en el oficio del pastoreo, el cual pasaba al principio los meses de verano ayudando a los mayores. Se empleaba junto a la denominación de motril para indicar estos inicios en la ayuda de los pasos veraniegos de los rebaños por los puertos de la cordillera Cantábrica, y realizaban este oficio hasta volver a la escuela, en muchas ocasiones ya con el curso iniciado. En el sur de Salamanca el uso de zagal era amplio durante el siglo XX. Tanto en León como en Salamanca la palabra se vio sujeta a una transformación de la primera consonante en una africada sonora, en algunas vacilaciones que llegaron hasta el siglo XX, como resultado de la conservación de las sonoras arcaicas. El resultado fue obtener una pronunciación parecida a /dagal/. Esta palabra fue tomada de la lengua árabe, y como en otros ejemplos, el astur-leonés supuso un vehículo para los préstamos entre lenguas, encontrando una aclimatación final en los niveles locales del castellano.
La palabra chozo es un clásico de las relaciones entre los pastores, es conocida en todas las comarcas y se empleaba con fuerza especialmente en los lugares donde esa edificación tenía visos de ser permanente, es decir, en las laderas de los puertos de montaña para aprovechar los pastos. En el sur de Salamanca encontramos difusión de la voz achozado, achozáu en la adaptación a la tendencia fonológica de la influencia astur-leonesa. Designaba, sobre todo en la sierra de Gata y en sus dos vertientes, la condición perteneciente a un árbol de estar aplastado por el peso, también a la lumbre apaciguada, por una analogía con la forma tradicional de los chozos. La palabra chozo
se usó primero en el gallego-portugués, siendo una palabra patrimonial procedente del latín, después de haber seguido su evolución desde pluteus.
Los documentos oficiales del siglo XVI acerca de las normas reguladoras del pastoreo en la diócesis de Ciudad Rodrigo, revelan cuestiones como el empleo de voces tomadas del vocabulario recogido por los estudiosos de la Mesta (Anes Álvarez, 1994). La palabra agostadero designaba a los pastos preparados para el verano, y se dedicó al principio a Asturias y León, por ser el lugar indicado para pasar esta parte benevolente del año. A la vez, se ha encontrado esta palabra en documentos del siglo XVI, en esta diócesis salmantina (Martín Benito, 1999: 112).
6. Conclusiones
Lorem fLa trashumancia de los pastores ha tenido un reflejo en los usos de la lengua desde los tiempos de la repoblación, en el siglo XII. El movimiento periódico de los pastores, desde la montaña leonesa hacia el sur –sin olvidar los movimientos más cortos—, ha servido para la conservación de los usos provenientes de los primeros asentamientos de colonos en las tierras más alejadas del Duero, hasta el sistema Central y superándolo.
Estos usos fueron acompañados de una expansión de la literatura oral, en las coplas, romances y anecdotario popular en forma de leyendas, y era expresada en un habla tenida por rústica en los grandes centros urbanos. El mundo de los pastores sirvió para conservar los rasgos idiomáticos en el plano fonológico y el morfosintáctico. También en el léxico, aunque aquí se produjo una mayor disparidad.
Ya en el siglo XV el habla de los pastores, coincidente con los nativos de las comarcas
rurales de León, Zamora y Salamanca, era considerada como rústica por estar apartada de los usos generales en los centros de poder. Hay un reflejo en la literatura, pero como valor exótico. En la sierra de Francia, la sierra de Béjar y sobre todo en la sierra de Gata este efecto del mundo pastoril en el lenguaje se ha conservado mejor, pero sin poder librarse de la falta de prestigio y de la normalización de los medios de comunicación.
Miguel Hernández Paniagua
Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED)
ISSN: 0213-1382 (impresa) y 2444-023X (en línea) DOI: 10.18002/ehf
Estudios Humanísticos: filología 45 (2023). 217-233 233