El idioma leonés es el resultado de la fusión del latín traído por el Imperio Romano y las lenguas que se hablaban entonces en la zona, tal y como sucedió en otros territorios en los que Roma conquistó y se asentó durante siglos.
Por lo cual el leonés es una lengua romance al igual que el francés, catalán, gallego, castellano, portugués… etc y quizás sea la lengua romance más antigua de la península ibérica.
El primer texto en lengua leonesa del que tenemos referencia (o el más estudiado al menos) data del siglo X y se encuentra recogido en “La nodicia de kesos“, un documento histórico que se conserva en el archivo de la Catedral de León. Se trata de uno de los textos más antiguos de lenguas romances ibéricas.
Dicho documento es una nota que escribió el hermano Jimeno, fraile del Monasterio de Chozas de Abajo (monasterio fundado por el rey astur Berulfo, año 915) en la que relataba la cantidad de quesos que había comprado.
El manuscrito está escrito en un “romance” muy primitivo, redactado de forma libre y espontánea, pero nos aproxima a la lengua que realmente se hablaría en aquel momento.
En aquellos siglos, tan sólo algunos nobles y religiosos sabían leer y escribir, siendo el latín el medio en el que se transcribía por considerarse la “lengua culta”, pero… no era lo que se hablaba entonces, ni lo que el fraile escribió en el documento. Seguramente el hermano Jimeno no era consciente al escribir aquella nota, que era uno de los pioneros en transmitir a papel las primeras manifestaciones de lenguas romances ibéricas.
Como podemos comprobar en la imagen anterior, la situación de la lengua leonesa irá seriamente en declive desde el siglo XVII hasta nuestros días.
En la actualidad, aun se puede escuchar leonés bastante puro en comarcas con cierto aislamiento poblacional, lo cual ha facilitado su preservación. También es común en todo el territorio el uso cotidiano de palabras leonesas en el día a día aunque normalmente se hable en castellano, por lo que muchos leoneses se dan cuenta que hablan “raro” y que “no les entienden” cuando salen de las fronteras del antiguo Reino.
No se puede entender el leonés sin sus variantes dialectales, las cuales tienen características lingüísticas diferenciales dependiendo de la zona. Así mismo, existen varios dialectos derivados de la lengua leonesa como por ejemplo el patsuezu en León, el rionorés en Zamora o la Palra del Rebollal en Salamanca.
La lengua leonesa ha sufrido de represión en colegios desde que el castellano es la lengua oficial, aunque quizás se deba al desconocimiento de algunos docentes al confundir palabras y expresiones en lengua leonesa con “hablar mal” el castellano, ignorando como el resto de mortales que aquí también se habla llionés.
Actualmente, la región leonesa se engloba en una comunidad autónoma birregional desde 1983, cuya capital Valladolid (de facto) se encuentra en otra región (Castilla la vieja). Desde los inicios de la nueva autonomía, los políticos castellanos que gobiernan la comunidad autónoma han hecho grandes inversiones económicas en proyectos de expansión del llamado “sentimiento castellano-leonés“, un sentimiento inexistente entre sus gentes (especialmente entre personas de mediana edad) pues la gran mayoría aun recuerdan la autonomía Leonesa y la autonomía castellana.
Por todo ello, NO ha salido un sólo euro de las arcas públicas para la conservación de la lengua leonesa, porque sencillamente los gobernantes de la Junta no desean reconocer las señas culturales diferenciales de la región leonesa, y con ello evitar motivos de segregación autonómica.
La administración pública autonómica, que en teoría es la responsable de proteger y promover la cultura de las zonas que gobierna, no está interesada en el leonés, se diría que todo lo contrario, usando los propios fondos públicos de los leoneses en otros asuntos “menos importantes” que salvar una lengua milenaria y autóctona, ayudando con ello a condenarla al olvido eterno.