En la mayoría de los libros de historia aparece Alfonso IX como el último rey de León. Si preguntamos a algún historiador algo más especializado, tal vez nos hable de Juan I, pero prácticamente en ningún sitio oiremos hablar de las que fueron, verdaderamente, las dos últimas reinas por derecho del trono de León: Sancha y Dulce.
Un historiador leonés, Diego Asensio García (en su libro, “El reino de los cuatro poderes“) ha rescatado, de una perversa maniobra de ocultación, la figura de estas dos mujeres que fueron desposeídas de su trono de forma injusta. Alfonso IX se casó con Berenguela. Al ser disuelto el matrimonio por ser familiares, Berenguela se marchó a la corte castellana con la firme intención de seguir siendo una figura política de primera fila. Curtida en el arte de las conspiraciones, no paró hasta conseguir secuestrar a Fernando, el hijo que había tenido con Alfonso IX. Después, lo convirtió en heredero de la corona castellana tras la “oportuna” muerte del príncipe Enrique. Una vez que consiguió ser la madre del rey de Castilla, fue urdiendo sus complots para arrebatar el Reino de León a sus legitimas herederas, Sancha y Dulce.
En primer lugar, maniobró políticamente para que Juan de Brienne, rey de Jerusalén, no se casara con ninguna de las dos hermanas. De esta forma, dejaba a las herederas del trono leonés sin un aliado potente, ya que Berenguela también había conspirado para que Portugal fuera hostil a León. Por otro lado, a la muerte de Alfonso IX, impulsó a su hijo Fernando a amenazar a sus hermanastras con la guerra, si no le entregaban el reino.
La mayoría de la nobleza leonesa no quiso participar en esta operación tan sucia. De ello nos hablan las crónicas, que describen la resistencia de Galicia, de Salamanca, de Astorga y otros lugares y poblaciones del Reino de León, frente a la llegada de un monarca impuesto. Así, tenemos que tener claro que Sancha y Dulce reinaron al menos seis meses después de la muerte de Alfonso IX. Pero la operación tramada por Berenguela no solo consistió en desposeerlas del reino, sino también desposeerlas de la memoria para la posteridad. Y es que sus historiadores de cámara, como Jiménez de Rada o Juan de Osma, exaltaron la figura de la “astuta” Berenguela y ocultaron la existencia del reinado de las reinas leonesas. No sólo eso, sino que toda la diplomática leonesa, es decir, los documentos que firmaron Sancha y Dulce como reinas desaparecieron como si nunca hubieran existido, ni hubieran tomado disposiciones legales. Además, en la “Concordia de Benavente”, tratado vergonzoso donde la coacción armada de Castilla llevó a la anexión de León, las figuras de las reinas prácticamente desaparece. Ahí se vuelve a exaltar la figura de Fernando y sobre todo, la “inteligencia” de la peligrosa Berenguela. Se hace hincapié en que las reinas admitieron ser indemnizadas con un monasterio y una rentas, pero en absoluto se habla de la inexistencia de razón jurídica alguna para desposeerlas del reino.
No contentos con eso, los cronistas castellanos oscurecieron totalmente la posterior vida en comunidad monástica de Sancha y Dulce. De tal manera, que no tenemos noticias de su existencia, ni de su relevancia política posterior. Es decir, la operación de ocultamiento y de olvido político, fue total y absoluta. Para desgracia de los leoneses, hasta el monasterio de Santa María de Villabuena, donde vivieron y murieron las reinas fue arrasado en el siglo XVI por una riada del río Cúa, con lo cual los testimonios de su existencia prácticamente pasarán inadvertidos para la mayoría de los historiadores españoles. Así que debemos reivindicar la memoria de estas dos reinas legítimas que supusieron la existencia de un poder bicéfalo en la corona leonesa. Que fueron reinas apreciadas por su población, al contrario de lo que ponen las fuentes castellanas. Que trataron de resistirse a la anexión de su reino, pero que tuvieron la grandeza de evitar una guerra con la consiguiente destrucción de la riqueza del reino y del modo de vida de sus habitantes.
Sancha y Dulce, dos reinas legítimas de León que hay que incorporar a la historiografía oficial.
José Vicente Álvarez. Profesor de historia en el IES Eras de Renueva.