Lo que fue una tranquila localidad de medio centenar de habitantes en la comarca de La Bañeza, hoy es un escenario de ruina y ceniza. El incendio que se originó en Molezuelas de la Carballeda (Zamora) recorrió más de 80 kilómetros hasta alcanzar Palacios de Jamuz, arrasando una docena de viviendas y buena parte del paisaje que daba identidad al pueblo.
La evacuación de sus 60 vecinos el pasado martes evitó víctimas mortales, pero no pudo impedir que el fuego consumiera prácticamente todo el pueblo. “No se aguantaba la humareda, ha sido terrorífico”, relató un vecino a los medios. Las imágenes difundidas por la Unidad Militar de Emergencias (UME) muestran tejados derrumbados, calles calcinadas y un silencio que pesa más que el humo.
Un militar de la UME lo resumió con crudeza: “En todos los años que llevo aquí, es la primera vez que estamos en un pueblo que se ha quemado entero. Esto es un horror”. Solo una casa quedó en pie, salvada por la intervención directa de los efectivos en medio del caos.
Tres días después, los vecinos han podido regresar. Lo que han encontrado no son hogares, sino escombros. “Nadie se preocupó de nada, nada más que de desalojar. Nosotros nos quedamos y conseguimos salvar unas granjas de conejos. Si nos vamos, lo perdemos todo”, lamentó Sino, uno de los habitantes que se negó a abandonar.
El fuego no solo ha destruido viviendas. Ha quemado también las raíces de una comunidad que, pese a la despoblación, mantenía viva su historia, sus oficios y su memoria. Hoy, Palacios de Jamuz es símbolo del abandono institucional y de la fragilidad de la España rural ante las emergencias.
La pregunta que queda en el aire no es solo cómo se pudo propagar el fuego desde Zamora hasta León sin control. Es también qué se va a hacer ahora, cuando el pueblo ha sido borrado del mapa, y sus vecinos se enfrentan a la reconstrucción sin certezas, sin ayudas claras, y con la sensación de haber sido olvidados.
