No solo ha ardido el monte, también la dignidad.
En países como Dinamarca, cuando un político comete errores graves —como Mogens Jensen, que dimitió tras el escándalo del sacrificio masivo de visones—, se asume responsabilidad, o en 2019, cuando el jefe de banca nacional de Danske Bank fue cesado tras perjudicar a miles de clientes con un producto mal gestionado. En Japón, basta con una mala gestión sanitaria para que un ministro se retire por el bien común, como hizo Katsunobu Kato tras el colapso hospitalario en Tokio, o cuando cuatro ministros dimitieron en bloque por un escándalo de financiación ilícita que acabó con la confianza pública. Allí, la responsabilidad política existe.
Aquí , en cambio, se calienta el sillón hasta que quema. Aquí, mientras las llamas devoran nuestros montes, nuestros pueblos y nuestra memoria, los responsables se esconden tras ruedas de prensa vacías y promesas que ya no engañan a nadie. Unos le echan la culpa a otros, cuando no al viento, a la sequía, a los árboles, al jubilado quemando rastrojos… a cualquiera menos al que debería responder, ese nunca es responsable.
Pueblo leonés: tierra quemada, corazón roto
El incendio de Molezuelas de la Carballeda, en Zamora, ha arrasado más de 38.000 hectáreas, ha provocado la muerte de dos voluntarios y ha obligado a evacuar a miles de personas. Es el mayor incendio registrado en España desde que existen estadísticas oficiales. Y, como siempre, ha ocurrido aquí. En León. En Zamora. En nuestra tierra.
Ya estamos hartos. Hartos de la gestión de la Junta de Castilla y León, que cada verano nos deja solos frente al fuego, o como decía mi tía “con el culo al aire”. Hartos de ver cómo se desmantela la sanidad rural, cómo se cierran consultorios, cómo se abandonan pueblos enteros. Hartos del paro, de la emigración forzada, de ver cómo nuestros jóvenes se marchan porque aquí no hay futuro. Y no es solo la Junta. También el Gobierno central nos ignora. Da igual quién gobierne. Da igual el color del partido. La región leonesa está olvidada por todos y a nadie le importa.
Necesitamos una autonomía propia. Una autonomía de los leoneses para los leoneses. No una imposición administrativa, sino una decisión de dignidad. Una autonomía hecha con amor, no con desprecio. Hecha con sentimiento, no con apatía. Una autonomía que nos cuide, que nos escuche, que nos defienda. Porque si no lo hacemos nosotros, nadie lo hará.
El peor incendio de la historia no es solo el que ha calcinado nuestros bosques. Es el que lleva décadas quemando nuestra esperanza. Y ese, pueblo leonés, solo lo apagaremos con decisión y unión.
Fotografía principal: Brigadistas trabajando en Zamora

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