Un baluarte domina el curso del Duero. Es Toro
Fortaleza formidable del Reino de León y cabeza de una provincia que llegó viva al S.XIX.
Toro tiene una perla que se asoma al Duero desde un desnivel defensivo impresionante. Es la Colegiata de Santa María la Mayor. Una iglesia que rivaliza con las catedrales del entorno. Está construida en un estilo misterioso y exótico que expresa muy bien su singularidad.
La Colegiata de Toro se comenzó a edificar durante el último período en el que el Reino de León fue un estado independiente. Los dos últimos reyes de León Fernando II y Alfonso IX (que en realidad se tendría que haber llamado Alfonso VIII de León porque su coetáneo Alfonso sería el primero de Castilla) trataron de tener un aliado en la iglesia católica. Para reformar sus costumbres y que esta iglesia fuera la impulsora de nuevos núcleos urbanos, trajeron de Borgoña numerosos altos cargos eclesiásticos. Obispos de raigambre borgoñona y del sur de Francia, concretamente de Aquitania.
Estas personas traían una cultura sumamente refinada, con mucha influencia del que entonces era considerado el imperio más sofisticado del mundo: el Imperio bizantino.
La Colegiata de Toro tiene un románico fuera de lo común. Con unas naves muy altas que impregnan el templo de una gran espiritualidad. Con una decoración exuberante que incita a reflexionar sobre el ser humano y su mortalidad. Y con un cimborrio que recibe las influencias de Oriente que traían los obispos borgoñones y aquitanos.
Toro es como un pedazo del imperio de Constantinopla en el centro del Reino de León.
El cimborrio de la Colegiata de toro pertenece al denominado “grupo de cimborrios leoneses“. Llamado así porque el gran historiador del arte, Gómez-Moreno, observó esta influencia bizantina en una serie de catedrales y colegiatas del reino leonés. Fueron concretamente la catedral de Zamora, la Colegiata de Toro, la Catedral vieja de Salamanca y la Catedral vieja de Plasencia. Todas comparten la influencia nacida en Anatolia y fueron construidas en el segundo período de la Edad Media en el que el Reino de León tuvo sus reyes privativos. Toda una destacada singularidad que debería ser más estudiada y visitada.
Pero la Colegiata aún guarda una gran sorpresa. Es la portada de la Majestad. Una fotografía única de cómo debía ser la auténtica decoración de las portadas románicas. Es un impacto brutal porque la portada guarda todavía gran parte de su policromía. Algo que se ha perdido en la mayor parte de las demás portadas europeas. Contemplándola podemos desmontar el mito de que el arte románico era un arte aburrido, de colores planos. Todo lo contrario. La pintura de los más diversos y contrastados matices abarca cada centímetro de espacio que alcanza nuestra vista. Un choque visual y conceptual que cambia nuestra forma de entender la Edad Media.
Los leoneses orgullosos de serlo tienen una visita obligada en Toro. Es una dosis de historia viva que produce un subidón de leonesidad. Además, la ciudad cuenta con un gran atractivo gastronómico y vitivinícola. Cuenta la leyenda que el rey Alfonso IX solía decir:
“tengo un Toro que me da vino y un León que me lo bebe”.
Animo a todos los leoneses a beber de la fuente de Cultura e Identidad que representan Toro y sus gentes.
José Vicente Álvarez. Profesor de historia