La procesión profana más popular de España
Semana Santa, días de penitencias, pasión y antiguos ritos eclesiásticos. Quizás por esto, es imposible no causar sorpresa y asombro en los rostros de los turistas y forasteros que visitando León escuchan atónitos la historia de Genarín, y de cómo se convirtió en una procesión más de la capital leonesa.
Si ya te contaron sobre Genarín, seguramente se resumirá en que fue un borrachín con un rimbombante final, pero ¿Sabías que su profesión real no era la de pellejero? ¿que toda su vida está marcada por la mala suerte y que en realidad su nombre era Jenaro y no Genaro? La vida de Jenaro está alterada por la leyenda, aunque la realidad es que fue un pobre hombre de lo más normal siempre acompañado de desgracias.
Jenaro el niño
La mala fortuna persigue a nuestro protagonista desde el mismo día de su nacimiento. Recién llegado al mundo, es abandonado a su suerte en la localidad leonesa de Izagre el 19 de septiembre de 1861, donde un vecino le recoge a la puerta de su casa envuelto en una manta. Se le bautiza ese mismo día en el pueblo, poniéndole de nombre el que tocaba del santoral, en este caso Genaro aunque con jota, cosas de antes…
Al día siguiente fue trasladado al orfanato de San Cayetano en León, situado entonces en la calle puerta de la reina, donde ingresa con el número 147. La institución en aquellos humildes años veinte no cuenta con recursos suficientes, así que intenta servirse de la ayuda de familias para la crianza de los niños. Con apenas mes y medio de vida, trasladan a Jenaro al pueblo de Palaciosmil, donde será criado por el matrimonio compuesto por Tomasa Arias y Pedro Mayo, los cuales recibían a cambio algunos reales.
El jovencito Jenaro
Con quince años es devuelto al orfanato, donde permanecerá hasta su mayoría de edad trabajando las huertas. A los dieciocho años es llamado a filas, pero debido a su pequeña estatura de tan sólo 1,50m le dejan en la reserva. Como no podía ser de otra forma, la mala suerte que persigue a Jenaro hace que ese mismo año cambie la norma, siendo resultado apto y destinado a la marina. No era mal destino al fin y al cabo, pero otro cambio de última hora hace que el joven acabe enrolado en un duro regimiento de infantería.
Jenaro el hombre
Tras el servicio militar su rastro se pierde durante algunos años, volviendo a tener noticias de nuestro protagonista a la edad de treinta y cinco años, cuando se dispone a recibir un empleo municipal como interino del departamento de consumos, situando su puesto laboral en Puente Castro.
Medio año después de asentarse laboralmente (1897) contrae matrimonio en la iglesia de Nuestra Señora del Mercado con una mujer cepedana de veintitrés años y de nombre María García Pérez.
Jenaro y María comienzan su nueva vida juntos en el mismo barrio de Santa Marina donde se casaron, y pronto su familia empieza a crecer hasta alcanzar los siete miembros, curiosamente sus cinco hijos son todos varones.
Trece años después (ya el número es presagio) Genaro pierde su plaza de interino debido a una nueva arrienda del departamento de Consumos del Ayuntamiento del que él era empleado, y se ve en el paro con siete bocas que alimentar.
La desesperación de la familia por conseguir dinero hacen que tengan que arrendar una habitación de su casa, siendo ya ocho personas bajo el mismo techo.
Entre tanto, Jenaro prueba fortuna en varios trabajos que le van saliendo, jornalero, baratero, aprendiz de barbero, vendedor de periódicos, mozo de estoques, tipógrafo, ayudante en un puesto del mercado…incluso vendía pájaros en la Calle Ancha que él mismo cazaba.
La Pobreza
La pobreza por la que está pasando la familia, le obliga a trasladarse a una humilde casa de la calle Cantarranas. Con el tiempo, dos de sus hijos logran independizarse, pero el padre de familia tenía aún tres pequeños a los que sacar adelante. Contaba Jenaro con cincuenta y cinco años, cuando en el día del 19 de abril de 1917 fallece su esposa María a causa de una hemorragia cerebral.
En el momento de enviudar, ni él ni sus hijos contaban con más ingresos que los del reparto de periódicos, así que se ve forzado a tomar la decisión más dura de su vida, llevar a sus pequeños al hospicio, lugar que él conocía bien.
Un año más tarde del ingreso en el centro, Antonio, uno de sus pequeños, muere de meningitis. Cuatro años después, Genaro recoge del hospicio a otro de sus hijos, pues ya es mayor y le ha conseguido un empleo, trabajarán juntos en el reparto de periódicos.
La mala fortuna actúa de nuevo, y pillan a su hijo robando el dinero de la recaudación, por lo que el pobre Jenaro perdió su único trabajo. Un año después sale su último hijo del hospicio y residirán juntos en un viejo caserón de la calle La Serna.
Jenaro el pellejero
La leyenda dice que Genarín fue un borracho y que frecuentaba los prostíbulos, sin embargo al no haber nada escrito sobre esto debemos creer lo que dice la tradición, y si nos paramos a pensar, no es de extrañar que este pobre hombre sucumbiese a los vicios teniendo en cuenta todo lo que hasta ahora había tenido que afrontar en la vida.
Sí que es cierto que en los últimos años trabajó como pellejero al no encontrar nada mejor.
La única foto que se conoce de Jenaro es de esta época, en la que se puede ver a un pobre hombre de ropajes sucios, pantalones atados por una cuerda, barba de varios días, manos ennegrecidas, rostro hundido por ausencia de dentadura, un cigarro de liar en una mano y en la otra una copa de lo que podría ser orujo, dicha foto aumentaría su leyenda.
Su muerte
A los sesenta y siete años, Jenaro saltó a las portadas de los periódicos al ser atropellado en la noche de Jueves Santo por el primer camión de basura de la ciudad, y cuenta la leyenda que en ese momento estaba orinando a la altura del tercer cubo de la muralla.
Esta parte tampoco es del todo cierta. Si analizamos la prensa de la época dice literalmente que el camión de la basura con matrícula LE-1508 fue a tomar la curva frente a Puerta Castillo, debido a un exceso de velocidad pierde la dirección del vehículo y haciendo un zig-zag se estrella contra la muralla, atropellando a Jenaro que caminaba casi pegado a ella.
Aprisionado entre el camión y el muro su vida se apaga, aunque afortunadamente para él su agonía dura poco y muere con rapidez. Cualquiera que conozca esa calle, sabe que hasta hace bien poco existía una acera muy estrecha y peligrosa en ese punto, y el peligro era bastante real.
El conductor fue detenido e ingresó en prisión por dos años, además de una multa de cinco mil pesetas a pagar a los hijos de Jenaro, pero este se declaró insolvente.
La leyenda
Un grupo de juerguistas bohemios autodenominados “los cuatro evangelistas” decide hacer un evento para conmemorar el primer aniversario de la muerte de Jenaro, y lo hacen recorriendo las calles de la ciudad recitando poemas que hablan de su supuesta vida.
“Y, siguiendo sus costumbres,
que nunca fueron un lujo,
bebamos en su memoria
una copina de orujo.”
Año tras año repiten la quedada y la expectación iba en aumento con cada nuevo evento. Así es como nació el “Entierro de Genarín”, con sus exageraciones e invenciones sobre la persona de Jenaro.
La leyenda quedó finalmente asentada cuando en 1981 el escritor D. Julio Llamazares publica su obra el entierro de Genarín, en el que se muestra a un pícaro pellejero asiduo a prostíbulos y amante del orujo.
Como el lector habrá notado, al pobre de Jenaro no le respetaron ni el nombre, pues pasó a la historia con “G” siendo con “J” lo que ponía su documento.
La polémica
Se cuenta que algunos descendientes de Jenaro, no vieron con buenos ojos la mala fama que se le atribuyó a su ancestro. Lo cierto es que el evento siempre ha estado sumido en la polémica, no a todo el mundo gusta, a unos ofende por las fechas señaladas y a otros por la cantidad de ruido y basura. No obstante, la leyenda se perpetuó con los años, y el entierro de Genarín se tornó un evento de popularidad nacional en el que miles de personas se congregan alrededor de la plaza del grano para ver la procesión o simplemente para beber en compañía.