Una mujer señalada
Hasta hace poco tiempo, su papel en la historia “oficial” se redujo a la de ser simplemente una aristócrata influyente, no siendo famosa por sus gestas o gestión pública, sin embargo su popularidad llegó hasta nuestros días ¿porqué?
La “popularidad” de este personaje histórico, quizás se deba precisamente a su impopularidad, y el desprecio con el que nos han transmitido a Urraca, y es que como bien apunta Ángel G. Gordo Molina, Doctor en historia medieval por la Universidad de Salamanca:
La Historia Compostellana es la fuente que más se refiere a las acciones, pasiones e incapacidades de la reina, la que se deja seducir, y cautiva a causa de la maldad y la concupiscencia propia del linaje femenino, y de tal manera, lleva a los hombres que la rodeaban al error y a la avaricia
En los escritos de algunos cronistas de los siglos XII y XIII se decía de la monarca que era
“débil, caprichosa y voluble que gobernó tiránica y mujerilmente”
Su subida al trono también pasó a la historia, y es que su padre Alfonso VI, deseaba tener un hijo varón, y al no poder concebir más, prefirió nombrar sucesor a su hijo bastardo nacido de su relación con una concubina. La jugada le salió mal, ya que su hijo moriría poco después en la batalla de Uclés, quedándose sin más opciones de sucesión para la corona.
Si por si esto no fuese suficiente, también es recordada por solicitar el divorcio a su marido el Rey Alfonso I de Aragón “el Batallador” en mitad de la corte y después de una fuerte discusión por asuntos políticos. El motivo de tan grave riña doméstica, fue que Urraca defendió los intereses de un noble leonés que había acudido a audiencia con sus majestades. Tales intereses chocaban directamente con los del Rey (formaban un matrimonio convenido). Ante la actitud de la Reina, Alfonso I se sintió gravemente insultado. Ese mismo día, Urraca se volvió a León mientras su marido continuaba en Galicia, todo un espectáculo en el medievo.
Queda aclarado entonces, que la leyenda santiagueña (Cronicón Compostelano) respecto a Urraca, creó un mito al estilo “Cleopatra” auspiciado quizás por los comportamientos de una mujer con un entorno difícil, y en una plena edad media llena de prejuicios donde la religión y la moral eran lo más importante.
Una mujer de recursos
Urraca fue princesa, la primera mujer reina titular de la historia hispánica, madre, esposa, tuvo un buen puñado de títulos nobiliarios, terrenos que gestionar y además fue una Jimena, una de las casas más importantes en el medievo europeo.
Desde que era joven, Urraca fue usada como títere, tal como afirma la historiadora María del Carmen Pallares:
nada le fue preguntado o requerido ante decisiones que la afectaban grave y directamente y que se tomaban en un entramado de intereses, en el que el papel de Urraca se limitaba al de pieza de intercambio. Una pieza valiosa, porque, en el momento de las concertaciones, tenía asociado el Trono de León
Como gobernanta fue estricta y ambiciosa, y se ganó el sobrenombre de “ la Temeraria”
Reinó durante 17 años y, una vez fallecida, su nociva leyenda comenzó a cernirse sobre su figura.
Pero no todo lo que nos ha llegado son malas palabras sobre ella. De hecho, los nuevos historiadores se dan cuenta de que cuanto más indagan en los documentos de su época, queda claro que esa mujer fue algo diferente a lo que de ella escribieron sus detractores gallegos de los siglos XII-XIII.
Un monje de Sahagún escribió sobre ella:
Así como era de alta nobleza y sangre real y gran hermosura, gozaba también de gran prudencia y de graciosa habla y elocuencia”.
Hablar sobre la vida de la “Imperatrix Legionense” supondría llenar cientos de líneas de una apasionante historia de aventuras y desventuras.
Como en una novela, cuánto más conocemos sobre su vida más nos interesa.