Las tierras leonesas han sido cuna de importantes navegantes. Recordamos a un ilustre de la mar nacido en Congosto
En la era de los descubrimientos, Álvaro de Mendaña fue uno de los más importantes exploradores dentro de las expediciones realizadas en el océano pacífico.
Su infancia y juventud
Álvaro Rodríguez de Mendaña y Neira nació en el año 1542 en Congosto (León). Su padre fue Fernando Rodríguez de Mendaña, natural de Villar de los Barrios y su madre Isabel de Neira nacida en Villanueva de la Valdueza, eran un matrimonio perteneciente a la nobleza berciana. Su abuelo materno era el bachiller Ruy García de Castro, señor de Posada del Río y alcalde mayor de los territorios del marquesado de Astorga.
En aquellos años España dominaba los mares. Hacía apenas siete décadas que América había sido descubierta y sólo cuarenta que las Filipinas eran parte del imperio, así que a los veintiún años su hambre de conocer el mundo le lleva hasta las puertas de la casa de contratación de la marina, donde en un primer informe escrito se le define como…
“un mancebo bien dispuesto que aun agora le comyença a puntar la barba y tiene el rostro algo rubio e que en las manos tiene algunas pecas”
Viajes
Primer viaje a América, la tripulación leonesa
El berciano se fue rumbo a América para servir como criado a las órdenes de su tío, el gobernador provisional del Virreinato del Perú y presidente de la Real Audiencia de Lima, Lope García de Castro.
En el registro de pasajeros de esta primera travesía se inscribe con su nombre completo, Álvaro Rodríguez de Mendaña. Su destino Perú, un territorio envuelto en la anarquía, una situación que preocupaba gravemente a la corona.
No podemos entender la figura de Álvaro de Mendaña sin pararnos un momento a analizar la vida de Lope García de Castro, el cual había sido en España oidor de la Real Chancillería de Valladolid y ayudó a un buen número de leoneses, casi todos hijos de gente de confianza para darles un nuevo futuro en el Perú.
Entre la tripulación de aquel viaje estaban:
NOMBRE | PROCEDENCIA |
---|---|
Nuño Carvajo | Villanueva de Valdueza |
Juan Gomez | Villadepalos |
Lope de Mendaña | San Pedro Castañero |
Juan Osorio de Lugones | Astorga |
Juana Rodriguez | Magaz de Abajo |
Lope Rodriguez | Magaz de Abajo |
María Rodriguez | Villar de los Barrios |
Alvar Sánchez | Bembibre |
Juan de Siella | Columbrianos |
Andrés Sánchez | Turienzo Castañero |
Martín de Barrientos | Ponferrada |
Sobre las dos mujeres tripulantes, María era la esposa de Lope de Mendaña, y Juana seguramente fue a hacer fortuna o a obtener un matrimonio ventajoso en las nuevas tierras gobernadas por De Castro. Además de estos leoneses, la expedición también contó con siete salmantinos.
García de Castro crea los corregimientos de indios con el beneplácito del Virrey de Toledo y se convierte en corregidor.
Álvaro de Mendaña ayudó a su tío en la pacificación del territorio, que se hizo mediante la división del Perú en provincias, el aumento de la presencia de los jesuitas, la creación de la casa de la moneda en Lima, la impartición de justicia…y otras medidas sociales y económicas con el fin de poner orden en el virreinato, el cual había sido fundado en 1542, precisamente el año en que nació Álvaro.
Finalmente García de Castro se logra una reputación e importancia similares al del siempre discutido Virrey del Perú.
Rumbo al Pacífico
Cuando De Castro regía temporalmente los destinos de Perú, la antigua idea de las exploración de las Islas Australes desde tierras americanas volvió de nuevo a aflorar, así que en 1565 le comunica al rey Felipe II su intención de preparar una expedición a Nueva Guinea, y para ello pondría al mando de la misma a su sobrino Álvaro.
Dos años más tarde (1567) y con el visto bueno del rey de España, Álvaro de Mendaña zarparía con 200 hombres a bordo de dos naos desde el puerto peruano de “el Callao”.
En su ruta por el Pacífico encontraron alguno que otro atolón al que bautizaron, y finalmente el 7 de febrero de 1568 se hallaban frente a la isla que a la que llamarían de Santa Isabel, en el archipiélago de las Salomón, islas que deciden explorar con un bergantín y dos canoas que construyen allí mismo.
D. Álvaro y su tripulación exploraron y bautizaron decenas de estas nuevas tierras, algunas de las cuales aún se llaman como las nombró el berciano. Asentó su base de operaciones en la isla más grande, Santa Isabel, pues había hecho cierta amistad con el cacique aborigen local.
Uno de sus tripulantes de nombre Hernán Gallego, descubre la isla de Guadalcanal, en la que existía un río con gran riqueza aurífera al que bautizaron como “río gallego” en honor a su descubridor, y les pareció buena idea fundar allí la primera ciudad de aquel archipiélago. En aquellas latitudes no fueron bien recibidos por los locales, aunque finalmente logran asentarse. Las islas fueron bautizadas como “Islas de Salomón”.
Ante la mala situación de las naos, Álvaro pregunta a la tripulación si quieren regresar a Perú o seguir explorando hasta alcanzar su objetivo, que como se relata anteriormente era Nueva Guinea, y democráticamente se decide el regreso. La vuelta a América no fue fácil debido al estado de la mar y las naos, así que tuvieron que atracar en el Virreinato de México para desde allí pedir transporte a Perú.
En 1571, Álvaro se entera de que el guipuzcoano Miguel López de Legazpi ha reclamado la conquista de Nueva Guinea, esto le sentó como un jarro de agua fría al leonés pues creía tener los derechos de su expedición, así que quizás frustrado por la situación decide regresar a España.
Segundo viaje a Perú
Llega un año después (1572) pero con poca intención de descansar, pues tenía un enorme espíritu aventurero difícil de aplacar, así que sin mucha demora y deseoso de volver a la mar, solicita al imperio varios navíos y municiones por valor de unos 60.000 pesos, la respuesta no se hizo esperar, tendría autorización para la exploración siempre y cuando no le costase dinero a la corona.
Ante la negativa de financiación, nuestro protagonista pide la vuelta a Perú donde tenía miras de casamiento con una joven. Las sucesivas peticiones y denegaciones reales siguen alargándose en el tiempo, así que su prometida que le esperaba en tierras americanas se casa con otro hombre ante la tardanza de D. Álvaro.
Por fin en abril de 1574 se firman las capitulaciones del marino, las cuales constan de 43 puntos como por ejemplo descubrir, poblar, pacificar. También se especifica el número de hombres casados o los animales domésticos a transportar en su futura travesía.
Dichas capitulaciones se conservan actualmente en el archivo de Indias y puede echarles un vistazo a continuación si lo desea:
Los reportes de su primer viaje eran de dominio público. La ausencia de logros destacables y la escasa riqueza generada con su expedición en las Islas Salomón, resultaron de lo más desalentador para los aspirantes a viajar con él. Entre los tripulantes de este siguiente viaje sólo había tres leoneses, dos zamoranos y un salmantino.
En 1576, nuestro protagonista parte en su segunda travesía a las Américas, pero en esta ocasión lo hace como Álvaro de Mendaña, omitiendo su primer apellido paterno ya que no era el primogénito de la familia sino que lo era su hermano Juan, el futuro heredero de su abuelo materno el bachiller.
En Perú no le esperaba nada bueno, su tío había sido sustituido por el Virrey de Toledo y su archienemigo y rival Pedro Sarmiento de Gamboa había ganado cierta popularidad en ausencia de D. Álvaro después de participar en la represión del levantamiento del líder indio Tupac Amaru.
El berciano tenía la necesidad de financiar su expedición, así que al obtener otra negativa del nuevo virrey, lo intentó cobrando licencias de expedición a los que querían enrolarse, pero nada de esto era suficiente.
Entre tanto, en 1586 Mendaña se casa con Isabel, la hija de un importante militar y explorador portugués. La dote del matrimonio la empleó en comprar un galeón como no podía ser de otra forma, y lo bautizó como Santa Isabel. En todo este tiempo a la espera de financiación, había logrado alistar a una tripulación de nada menos que 400 hombres deseosos de acompañarle en la exploración del pacífico.
El último viaje
D. Álvaro consigue la ansiada financiación con la llegada del nuevo virrey del Perú, el marqués de Cañete D. García Hurtado de Mendoza.
El 9 de abril del 1595 parten de Perú cuatro naves, la Santa Isabel, la San Felipe, la Santa Catalina y la capitana la San Jerónimo, y abordo los cuatrocientos marinos reclutados por Mendaña.
En este segundo viaje al Pacífico, llama la atención la presencia de varias mujeres en la tripulación entre las que se encontraba la propia esposa de D. Álvaro, esto favoreció los matrimonios abordo de las naves, y de esa travesía salieron quince bodas oficiadas todas por los padres agustinos que también eran parte integrante de la flota.
La expedición llega a la actual Polinesia francesa, teniendo algunos problemas con los nativos. Encontró las islas del grupo sur: Magdalena (Fatu Hiva), Dominica (Hiva Oa), Santa Cristina (Tahuata) y San Pedro (Moho Tani). Al archipiélago, Mendaña lo bautiza como Islas Marquesas de Mendoza, seguramente en honor al Marqués que financió su expedición. Pasarían casi dos siglos hasta que otro occidental pusiese un pie allí, pero prosigamos…
Esas islas carecían de oro o cualquier otro metal precioso, y lo único “precioso” que encontraron fueron sus playas. Viajaron más al norte y llegaron a la isla Santa Cruz, dentro de las Galápagos pero ni rastro de las islas Salomón, estaban perdidos entre decenas de pequeñas islas. Entre tanto la nave almiranta (Santa Isabel) se había extraviado, y con ella algunos maridos de mujeres tripulantes, incluido el propio almirante Lope de Vega lo que aumentó el descontento de la tripulación.
Llegan a Bahía Graciosa (actual Polinesia francesa) y construyen un asentamiento temporal que les sirve para seguir explorando las cercanas islas, que no eran pocas.
Inicialmente los indígenas les reciben amigablemente, pero después de unas rencillas algunos exploradores españoles matan a su cacique, esto origina una breve estampida de violencia que acaba con varios españoles muertos. Mendaña también debió impartir justicia debido a una rebelión entre algunos españoles, así que ejecuta a sus dos cabecillas. Poco después, el 18 de octubre de 1595, Álvaro de Mendaña cansado y enfermo de malaria muere en la isla de Santa Cruz. Mendaña había dejado un testamento en el que especificaba que a su muerte sería su mujer Isabel la que asumiría el cargo de adelantada, así que esta toma como suyo el deseo de la mayoría que era regresar a Perú, viaje que emprendieron un mes más tarde.
Bibliografía y autores consultados: Archivo General de Indias, Catedrático Jesús Paniagua, catedrática M.ª del Carmen Martínez, Real Academia de Historia, Tomás y Tamaro (biografía de Mendaña), D. Álvaro de Mendaña y sus orígenes bercianos por
Vicente Fernández Vázquez, Capitulación de Álvaro de Mendaña, Asociación Española de Estudios del Pacífico.