La historia del Reino de León en lo que hoy llamamos Extremadura no se ha quedado en un simple eco medieval. Aunque permanece fuera del “relato oficial”, empieza a tomar cuerpo —de forma discreta pero firme— una corriente cultural e ideológica que vuelve a mirar ese vínculo con ojos actuales. En la Edad Media, los leoneses llamaban a esta tierra ‘Estremadura’ o ‘Extremadura leonesa’, reconociéndola como parte de su frontera viva. Hoy, esa memoria viva de la Transierra se convierte en corriente de pensamiento que quiere recuperar lo olvidado y construir desde ahí su futuro.
Introducción histórica
Durante los siglos VIII al XIII, el norte extremeño —específicamente la Transierra— fue mucho más que una tierra fronteriza: fue un corredor estratégico entre al-Andalus y los dominios cristianos del norte peninsular. Conectado por la antigua calzada Dalmacia, que unía el Tajo con la submeseta norte atravesando Sierra de Gata, este territorio desarrolló una identidad compleja, moldeada por tensiones, alianzas y autonomías puntuales.

Ya desde el siglo VIII, los primeros contactos con el norte cristiano vinieron de la mano del Asturum Regnum; más adelante, con la consolidación del Regnum Legionense (Reino de León) a partir del año 910, estas relaciones adquirieron mayor profundidad e impacto territorial. El núcleo de Coria (Madīnat Qurîya) se erigía como centro político, religioso y militar de primer orden. Aislada de Córdoba pero vigilante sobre los movimientos del norte, su iqlīm mostró una notable capacidad de adaptación al cambiante tablero peninsular. Castillos como Santibáñez el Alto y Trevejo, junto con torres vigías como la Almenara de Gata, formaban parte de una arquitectura defensiva que no solo respondía a necesidades militares, sino que ayudaba a sostener la vertebración de esta región de paso.

A medida que el control islámico se debilitaba y las incursiones cristianas ganaban fuerza —sobre todo con Alfonso VII1—, se dibujaba un escenario nuevo. La desestructuración del dominio andalusí y la incorporación gradual de Coria al Reino de León abrían paso a formas de gestión local más autónomas y a una reorganización territorial que aún resuena.
Esta introducción no busca clausurar el relato histórico, sino abrir la mirada: para entender cómo este espacio compartido, lejano de los focos hegemónicos, encierra claves profundas sobre la conformación identitaria de la Transierra extremeña. Un pasado denso que, como veremos, sigue dialogando con el presente.
Las órdenes militares en Extremadura: impulso y arraigo leonés

La presencia de las órdenes militares en Extremadura responde a una estrategia de defensa y repoblación impulsada desde el Reino de León, especialmente en el siglo XII, cuando la región —conocida entonces como Transierra leonesa— se encontraba en plena frontera con al-Ándalus.
- Tras la conquista de Coria2 en 1142 por Alfonso VII, Extremadura se convierte en un espacio clave para la expansión cristiana leonesa.
- Fernando II de León3 juega un papel decisivo: en 1168 dona Coria a la Orden del Temple, y en 1170 funda en Cáceres los Fratres de la Espada, germen de la futura Orden de Santiago, lo que demuestra una clara voluntad de fortalecer la frontera desde León.
- La Orden de Alcántara, aunque consolidada más tarde, se desarrolla en territorio leonés y mantiene vínculos con la nobleza y estructura del reino.
- Las órdenes autóctonas —Santiago, Alcántara— adquieren mayor protagonismo que el Temple, cuya vocación internacional y orientación hacia Palestina limitan su arraigo en la región.
- El impulso leonés no solo se refleja en las donaciones, sino también en la organización territorial, la repoblación y la jurisdicción militar que estas órdenes ejercen en amplias zonas de Extremadura.
Reemergencia del leonesismo en Extremadura: una identidad que resiste el olvido
Durante siglos, el vínculo entre Extremadura y el Reino de León ha quedado al margen de la historiografía y de los discursos territoriales más extendidos. Aunque su identidad ha estado siempre viva entre sus habitantes, Extremadura ha sido tratada a menudo como una región indefinida, encajada entre Castilla, Andalucía y Portugal, sin que se reconozca con claridad su trayectoria histórica propia. Esta mirada parcial ha contribuido a que se subestime su papel en la construcción del territorio peninsular.

Últimamente ha comenzado a recuperarse una idea antigua, casi soterrada por el paso del tiempo y las configuraciones político-administrativas modernas: la de un territorio común entre la actual Extremadura y la región histórica de León. Esta concepción no responde a fantasías geográficas ni a voluntades revisionistas, sino al marco cultural, jurídico y territorial que rigió amplias zonas del centro-oeste peninsular durante siglos. El Reino de León articuló un espacio amplio donde la Transierra extremeña no era periferia, sino continuidad. Esa geografía compartida se cimentaba en fueros4, usos legales, organización defensiva y estructuras sociales que crearon un sustrato común, un verdadero “marco leonés inicial” que hoy, tras décadas de olvido, comienza a ser reivindicado como fundamento identitario y horizonte político.

Este despertar leonesista en Extremadura no sigue un camino oficial ni responde a ningún movimiento organizado. No hay partidos detrás, ni estructuras formales que lo impulsen. Lo que hay son voces, inquietudes, gente que empieza a mirar el pasado de otra forma y a encontrar en León algo más que una referencia histórica: un punto de partida. Colectivos culturales, investigadores locales, autores independientes y asociaciones patrimoniales han empezado a señalar que Extremadura no solo tiene historia, sino que la historia que se le ha contado ha omitido intencionadamente sus vínculos con León. En espacios rurales y urbanos, en iniciativas digitales o en ciclos académicos alternativos, empieza a definirse una narrativa territorial que no busca reconocimiento externo, sino reconexión interna.

Para quienes defienden la memoria leonesa desde Extremadura, el pasado no se entiende como una mezcla impuesta, sino como una herencia clara del Reino de León. En ese contexto, la comunidad ‘Castilla y León’ apenas aparece en el colectivo; muchos la consideran una construcción administrativa reciente que no encaja con el relato histórico que reivindican. No se trata de rechazar políticas actuales, sino de poner el foco en un vínculo concreto con León —como entidad política soberana y sin añadidos posteriores— que sigue vivo en ciertas tradiciones, en la memoria local y en la forma de entender la historia.
No se trata de nostalgia, sino de recuperar lo esencial: Extremadura como tierra que reconoce sus raíces leonesas y decide mirar hacia adelante desde ellas. El leonesismo en Extremadura no es un cuento medieval: es una propuesta vigente. Una manera de repensar quiénes somos, con memoria, con profundidad y con horizonte.
- Ver ficha sobre Alfonso VII ↩︎
- Ver vídeo sobre el castillo de Coria ↩︎
- Ver ficha sobre Fernando II ↩︎
- Enlace al fuero de Cáceres promulgado por Alfonso IX ↩︎
Fuentes consultadas: D. Juan Rebollo Bote, Licenciado en Historia por la USAL- Memoria histórica de Plasencia y las Comarcas. Universidad de Plasencia CC-280-2017/ Catedrático de historia medieval D. Julián Clemente Ramos-La Orden del Temple en Extremadura / Profesor de historia Antonio Rodríguez González – Enclaves templarios en la provincia de Cáceres.