Una monja belga de nombre Juliana de Fosses, decide crear en el año 1208 una festividad en honor a la Eucaristía entre los fieles de la diócesis de Lieja (Bélgica).
Casi cuarenta años más tarde la fiesta ya era algo tradicional entre los feligreses, así que en 1246 el obispo de Lieja D. Roberto de Torote, instaura el Corpus Christi como fiesta oficial de su diócesis celebrándose anualmente. Posteriormente un cardenal ordenó a todos los obispos que hiciesen lo mismo en la mayoría de diócesis de Bélgica.
La festividad empezaba a adquirir popularidad dentro del clero, y se comenzaba a expandir su celebración dentro de otras diócesis europeas.
Cuenta San Antonio de Florencia (arzobispo de Florencia) en sus crónicas (Chronica III, tit. 19, cap. 13) que en el verano de 1263 un sacerdote de nombre Pedro de Praga estaba peregrinando dirección Roma para rezar ante la tumba de San Pedro por sus dudas de fe. Al padre Pedro le causaba malestar sus frecuentes dubitaciones sobre la presencia de Jesucristo en el pan y vino consagrados, y esperaba hallar respuestas en ese viaje.
Caminaba por la Vía Cassia, cuando se detuvo a pernoctar en la ciudad de Bolsena, la cual estaba celebrando precisamente la festividad del Corpus, una fiesta ligada a la eucaristía.
A la mañana siguiente fue a dar la misa en la iglesia dedicada a Santa Cristina de esa localidad. Al partir la hostia consagrada, de esta brotó sangre, manchando con ella el corporal (paño blanco usado en las liturgias)
El sacerdote asustado y confundido, decide poner fin a la misa, recoge la hostia con el corporal y se precipita hacia la sacristía intentando ocultar lo ocurrido, aunque por el camino algunas gotas cayeron sobre el mármol de la iglesia.
El cura se apresura a ver al mismísimo Papa Urbano IV, quien durante ese verano se había trasladado a Orvieto junto con sus cardenales y numerosos teólogos, entre ellos Santo Tomás de Aquino. El pontífice quedó estupefacto, y envió rápidamente a Bolsena al obispo de Orvieto para que diera testimonio de lo allí acontecido.
La iglesia finalmente dio por bueno el milagro, y desde entonces el paño se custodia como reliquia en la catedral de Orvieto así como las losas con la sangre.
Este milagro dio muchísima popularidad a la fiesta del Corpus Christi, y en posteriores concilios se fueron asentando las bases de la celebración así como sus formas.
“Tres jueves hay en el año que relucen más que el sol: Jueves Santo, Corpus Christi y el día de la Ascensión”